El modo del crecimiento urbano horizontal expande bastante y de forma artificial la fragmentación de la urbe, lo que exige una mayor movilidad de la población.
El esquema metropolitano de Asunción permite solamente un crecimiento hacia el oeste, con lo cual la mancha urbana se extiende de forma aún más desproporcionada. Hubiese sido diferente, si la capital del país se pudiese extender en círculos concéntricos, lo que generaría un mayor nivel de concentración y densificación.
Sin embargo, la historia portuaria de Asunción, como tantas otras ciudades, con un río Paraguay tan ancho, han circunscripto la expansión urbana hacia solamente una porción del espacio.
Aunque la capital del país podría crecer hacia el otro lado del cauce hídrico, se requerirían de fuertes inversiones, y no solamente en puentes, sino también en la elevación de zonas bajas e instalación de todo el equipamiento urbano básico, como ser energía eléctrica, provisión de agua potable y desagüe, entre otros aspectos.
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La movilidad urbana en Asunción y sobre todo en el Gran Asunción tropieza con diferentes problemas que se han ido agregando y agravándose en el transcurso de las últimas tres décadas, a saber:
- Crecimiento urbano desordenado: casi sin espacios públicos, equipamientos de baja calidad y carentes de lo más necesario.
- Gestión territorial débil, frágil y muchas veces inexistente del espacio urbano: intervención desacertada en rutas, calles y avenidas.
- Débil equipamiento urbano que limita, impide y frena el crecimiento residencial vertical mediante departamentos.
- Escasa presión para construir en lotes urbanos, donde la tierra solo cumple una función de especulación.
En términos de generación de empleo, el Estado paraguayo ha sido uno de los mayores oferentes de trabajo y sus oficinas se concentran en un área relativamente pequeña del centro histórico, específicamente en el extremo oeste, junto al río, obligando a los funcionarios públicos a atravesar las diferentes zonas de la ciudad, especialmente aquellos que no viven en la capital del país. Este funcionamiento exige igualmente mecanismos y articulaciones eficientes entre los medios de transportes públicos y privados o, mejor dicho, colectivo e individuales.
Las capitales de los países de la región han realizado las inversiones necesarias y sobre todo una serie de regulaciones específicas para favorecer la movilidad de la población, priorizando sistemáticamente el transporte colectivo sobre el individual, de forma a reducir el impacto de las deseconomías.
