El despegue de la Alemania destruida, que en pocos años se volvió a convertir en la locomotora de Europa, triplicando los ingresos per cápita de los alemanes en apenas una década, empezó con un programa de privatización y desregulación de los mercados en 1948, que terminó con los controles regulatorios y el sistema fiscal impuesto por los nazis. Ludwig Erhard, ministro de economía de entonces, lo tenía bien claro: “El sector privado es el que toma la iniciativa del cambio”.
Para el caso de nuestro país, la situación no es diferente salvando las distancias. Son las ideas y el liderazgo comprometido con la libertad las que hacen las transformaciones y la tan ansiada reactivación. Es preciso percatarse, para ello, que este escenario pandémico del covid-19 ofrece una situación de dos alternativas.
Se puede, primero, seguir en lo mismo porque después de todo cambiar puede resultar demasiado riesgoso. Y la otra alternativa parte de la idea que la crisis puede precisamente ser la mejor oportunidad para hacer algo diferente o hacer lo que no se pudo por diversos motivos. Dar un paso adelante contiene dosis de riesgo, es cierto, pero el riesgo es al final y al cabo una posibilidad de que se produzca un contratiempo pero no necesariamente puede ser un daño, pues también podría ser un beneficio.
Ambas alternativas no son iguales ni tan solo parecidas. Son dos formas de concebir el futuro en un contexto económico que sabemos hará caer la economía. A la fecha no hay en el mundo una organización privada o pública en el análisis de la economía que no esté haciendo proyecciones y suposiciones de diversos escenarios a corto, mediano y largo plazo, todos los cuales a su vez parten de la idea de que el contagio de la pandemia irá retrocediendo y que la disponibilidad de la vacuna será de aquí a un año.
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Las proyecciones son diferentes en cada país debido a que la recesión es a distinta escala. Algunas rodarán hacia abajo como por una escalera teniendo la posibilidad de sostenerse en los costados y otras se deslizarán hacia el precipicio como por piso resbaladizo. Ambas caídas no son iguales.
Al Paraguay le toca la escalera. El desplome será y lo es de hecho para tomar recaudos. Lo que sabemos, de acuerdo a los datos que se van disponiendo, es que la caída puede revertirse desde este mismo momento como lo está haciendo el gobierno y el mismo Congreso a la fecha desechando la avanzada populista agazapada para congraciarse con el populismo, como crear o aumentar impuestos.
La realidad es que las medidas de reactivación están supeditadas a la apertura de la economía ofreciendo incentivos al sector privado, tal como en su momento lo hizo el citado Ludwig Erhardt para la reconstrucción de Alemania, cuando abrió los mercados y tiró al cesto de basura cientos de reglamentos burocráticos que conspiraban contra el capital y el trabajo.
En nuestro país lo que está bien debe permanecer y cuidarse pospandemia porque los resultados han sido beneficiosos con las
limitaciones propias. Por ejemplo, debemos mantener la presión tributaria porque es un elemento de competitividad que incentiva la radicación del capital, pero que está lamentablemente limitada por un escaso nivel de compromiso con el Estado de Derecho, esto es, por la inseguridad de los contratos, inestabilidad en la propiedad privada a lo que se agrega un sistema judicial influenciado notoriamente por criterios políticos, motivos por los que campea notablemente la corrupción en el sector estatal.
Estas extremas debilidades son las que hacen que las inversiones foráneas y las nacionales no se radiquen en la cantidad suficiente en Paraguay, aún teniendo aquella ventaja competitiva impositiva en la región. Tenemos que ser conscientes de que no son suficientes las correctas medidas macroeconómicas porque las mismas pueden ser coyunturales. Y si bien son como una bocanada de aire fresco para mirar a largo plazo, son las estrategias de correctas medidas de
política económica las que irán sustentando a aquellas para dar soluciones a los problemas de fondo del país, como la informalidad y la pobreza.
Lo mismo puede decirse de la apertura de nuestro mercado en la región, con aranceles bajos en el comercio internacional. Esto está bien y debe permanecer. Igualmente, resulta indispensable mantener la estabilidad monetaria mediante una inflación de un dígito, lo que es un logro del cual Paraguay y todos sus habitantes pueden mostrarse orgullosos dada su influencia sobre la estabilidad de los precios y el respeto por el ahorro y los ingresos.
Los citados indicadores positivos así como otros que todavía hacen atractivo al país como su nivel de endeudamiento para el compromiso con los acreedores, e incluso el déficit fiscal que debe volver a lo que establece la ley de Responsabilidad Fiscal, son fundamentales. Pero ninguno de esos indicadores podrá mantenerse en el mediano plazo sin un fuerte y decidido ataque al mal gasto que se traga el 4% del PIB.
Dicho esto, Paraguay necesita de políticas que fomenten su desarrollo y para ello es preciso desechar aquella alternativa de esperar que pase la crisis para continuar en lo mismo, como si la recesión sea un episodio que no volverá a suceder. No es así, la recesión puede volver y sin coronavirus como de hecho ocurrió porque la ralentización de la economía era preexistente a la pandemia.
Fuera de toda duda razonable tenemos en el país una oportunidad quizás única de hacer algo diferente e iniciar una era de prosperidad nunca antes vista en nuestra historia, en el convencimiento de que las reformas de mercado y la consolidación del Estado de Derecho son la guía a transitar.
¿Resulta riesgoso privatizar, desmonopolizar, crear un mejor ambiente de negocios, despolitizar la administración de justicia o desregular el mercado laboral?
De ninguna manera. Al contrario. Riesgoso en sumo grado son las faltas de ideas claras para terminar con el estatismo y la burocracia que destruyen la innovación, la creatividad y el trabajo de nuestros emprendedores y sobre todo es peligroso que los sectores políticos sigan consumiendo recursos que bien deben ser destinados al crecimiento.
Recurso
Riesgoso y peligroso son los sectores políticos que sigan consumiendo los recursos que bien deben ser destinados al crecimiento del país.
(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado“; “Cartas sobre el liberalismo“; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus logros y defectos” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
