Motivos que condicionan la evolución futura de la economía

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El profesor Robert Lucas fue premiado en el año 1995 con el Nobel de Economía por sus aportes en la denominada teoría de las expectativas racionales para la comprensión de las políticas económicas. Mediante este corpus de conocimientos desarrollados por dicha teoría se desacredita la teoría keynesiana de los paquetes de estímulo de la demanda y de la que el gobierno, técnicos, periodistas y otros son adeptos.

Básicamente, la experiencia dice que las personas actúan con mayor racionalidad de lo que los economistas keynesianos sostienen. John M. Keynes (1883-1943), quien criticó al sistema capitalista liberal y apostaba por la intervención estatal directa en materia de gasto público para así cubrir el déficit de la demanda agregada, consideraba que la política económica discrecional que él recomendaba tendría más éxito si las personas no se percataban de las consecuencias sobre sus ingresos.

Por ejemplo, si el Estado se decide por una política monetaria expansiva que eleva la inflación, esto permitiría reducir los salarios con mucho menos resistencia por parte de la gente que si esa reducción se hiciera con precios estables. Esta ilusión monetaria (bajan las tasas de interés) creada por el Estado, hace que inversionistas inicien de esa manera sus diversos emprendimientos, lo que supone un logro para el gobierno, pero todo en el corto plazo.

Lo que en realidad ocurre es que los inversionistas no son tan ilusos y tontos como los consideran los tecnócratas y seguidores del neokeynesianismo. Los inversionistas y la gente en general ya no se guían únicamente por la baja de los tipos de interés a corto plazo puesto que pronto se percatan de que aquella medida estatal creará más inflación y, por tanto, los tipos de interés serán mucho más altos en el mediano y largo plazos.

Esto fue lo que precisamente Lucas demostró con su teoría, pues la gente actúa con mayor racionalidad de lo que los keynesianos suponen. Los inversionistas, la gente, hacen uso de toda la información disponible y de sus propias experiencias para tomar decisiones.

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La conclusión está en que la gente sabe y conoce mejor acerca de lo que pasa y hace el Estado mediante el gobierno. Las expectativas de las personas condicionan la evolución de la economía en el futuro. Si los individuos, las empresas y las familias notan que sus intereses no serán defendidos ni respetados por sus gobernantes entonces surge la desconfianza y el hartazgo y conductas que influyen en la economía. Precisamente, esta semana se probó la veracidad de los aportes de Robert Lucas con su teoría de las expectativas racionales.

Plan no es reactivación, es de contención

Esta semana fue pródiga en señales. El anuncio del plan de reactivación y el informe de gestión presidencial muestran una tendencia decisiva. Y no se trata de lo que uno desearía sino de lo que el propio Gobierno propone. El llamado plan de reactivación presentado por el Ejecutivo no es tal; es un plan de contención. Se supedita la recuperación económica en los estímulos estatales en lugar de la iniciativa, el esfuerzo y la innovación de un sector privado golpeado como nunca antes y que deberá seguir pagando en tiempo y dinero a un sector estatal que no tiene visos de cambiar en lo sustancial.

Está visto que el Gobierno continúa con su timidez reformista. Este es precisamente el momento de una oportunidad única para iniciar las transformaciones de fondo, no solo las de forma, que también son muchas. Porque una cosa es hacer del Estado eficiente y fuerte, y otra muy diferente es continuar con medidas como las obras públicas que ciertamente son necesarias con efectos sobre la economía pero no son suficientes para una genuina recuperación y sostén del crecimiento.

El Gobierno le tiene miedo a las reformas. Le cuesta demasiado tocar intereses creados que son como palos a la rueda del progreso. Sabiendo de esto prefiere “patear la pelota” para adelante. Siento mucho por varios técnicos (no son muchos) de Hacienda y del Banco Central que considero estaban dispuestos a profundizar los cambios necesarios.

Agrego a varios funcionarios de Salud, Obras Públicas y Trabajo que saben de la imperiosa necesidad de cambiar. Reconocen que les inhibe la mirada electoral. La política, desde luego, tiene tremenda influencia sobre la economía y más cuando se encuentra infeccionada de los intereses de grupos de presión.

Los cuadros dirigenciales de los partidos políticos están interesados en formar parte del mismo modelo sistémico del estatismo imperante, ya sea para hacer a un lado a los que ya están o sumarse al mismo. A casi todos les encantan los gastos rígidos, el despilfarro y la corrupción porque saben que los pocos contribuyentes formales seguirán encargándose de mantener la pesada carga del Estado convertido en Leviatán, libro publicado en 1651 por Thomas Hobbes, como justificación del poder sobre el individuo.

Tres motivos

Si el Gobierno no avanzó en tratar de enfrentar a aquel Leviatán en su plan de reactivación, acometiendo con decisión sobre el malgasto o al menos en decirle a la sociedad que empezaría y aceleraría las reformas en el sector eléctrico, las privatizaciones, un plan de austeridad, reformas en el sistema previsional, de la caja fiscal, del mercado laboral, los trámites y la burocracia en general, se debe a tres motivos.

El primero consiste en que el Gobierno cree que es suficiente con lo que ahora ofrece al país. Esto implica una temeraria subestimación del escenario económico. El segundo motivo está en que el Gobierno está decididamente interesado en mantener el “statu quo”, sobrevalorando sobre la gente (de nuevo y como es usual) el horizonte político partidario y electoral tanto de las internas como nacionales

Y el tercer motivo consiste en que el Gobierno sigue enceguecido por las viejas, caducas y erróneas ideas de los paquetes (la caja de herramientas de Keynes y del neokeynesianismo) de estímulos de la demanda en vez de la oferta para una genuina recuperación y sostenibidad de la economía.

El Gobierno emitió una señal. El programa de reactivación que terminó en un plan de contención así como el mensaje presidencial no tuvo en cuenta las expectativas racionales de la gente para ofrecerles algo diferente; el ánimo y la fuerza necesarios de esperanza y firmeza de ir adelante en la absoluta confianza en el pueblo y más en las condiciones en las que hoy se enfrentan los individuos y las empresas en el país.

(*) Decano de Curriculum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.