Según su efecto se clasifican en:
Drogas estimulantes. Son sustancias que generan de manera temporal una activación del sistema nervioso central dando una sensación de mayor energía, menos ganas de dormir, aceleración del funcionamiento mental, incluso llegando a agitación, excitación, insomnio y otros efectos. En este grupo son estimulantes mayores la cocaína y las anfetaminas, y estimulantes menores la nicotina y cafeína.
Drogas depresoras. Producen una disminución de la vigilia (estar despierto), y vuelven más lento al sistema nervioso central. Esto se traduce en ganas de dormir, relajación (por estos efectos, a estas drogas se los llama también sedativos o hipnóticos). En este grupo encontramos los inductores de sueño, anestésicos, opiáceos, y benzodiacepinas o ansiolíticos. Estas sustancias no solo generan sueño y relajación sino también alteran las funciones motoras, dificultando tareas como manejar vehículos y pudiendo aumentar el riesgo de accidentes.
Ejemplos:
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Alcohol.
Opiáceos: heroína, morfina, metadona.
Tranquilizantes: pastillas para calmar la ansiedad.
Hipnóticos: pastillas para dormir.
Drogas alucinógenas o distorcionadoras. Al ser ingeridas generan una distorsión en el cerebro como delirios, alucinaciones y alteración de la capacidad de medir el tiempo y el espacio. Este conjunto de efectos suele ser descripto por los usuarios como «viaje» y las drogas en este grupo más conocidas son el LSD, hongos, Ketamina, entre otros.
Al cannabis (y derivados como hachís, marihuana) algunos autores la clasifican como alucinógenas y otros entre las depresoras debido a que puede tener ambos efectos.
Fuente: El ABC Escolar. 2017. Prevenir para vivir. FAD. 1998. Ancares. Madrid.
