La luz en el arte

Es un recurso expresivo captado de miles de formas en función de algo. Dejó de ser un elemento de apoyo para convertirse en la obra misma.

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• el medio principal sin el cual la ficción no sería posible en el campo artístico;

• el conductor dentro del ámbito fotográfico;

• un elemento empleado de forma teatral y funcional en arquitectura;

• el artificio que permite la tridimensionalidad y las calidades en el arte pictórico.

Durante siglos fue un componente de la obra; a partir del siglo XX se convirtió en la obra misma. En el arte románico fue representada como concepto; adquirió independencia a partir de la mitad del siglo XX.

Con esto se comenzó a generar una reflexión acerca de la percepción y los roles históricos del arte: la luz como materia releva a la luz como medio expresivo, y el espectador se encuentra ante una nueva comprensión estética.

Picasso descubrió las capacidades plásticas de la luz realizando una serie de dibujos de luz que fueron captados por un fotógrafo.

En un arte de acción, la luz se convierte en el trazado de unas composiciones que recuerdan a los grabados de Picasso.

Para que nuestros ojos vean plenamente los objetos no basta con que tengan volumen; es necesario que estén bien iluminados.

La luz que el objeto recibe nos dice cómo es la forma del mismo. Cuando la luz es muy intensa, realza el relieve de los objetos; cuando es débil, los objetos pierden su volumen y parece que se esfuman. La luz produce reacciones emotivas.

Por ejemplo, si se contempla un paisaje un día de sol radiante, no será la misma emoción que producirá el mismo paisaje pero bajo los efectos de la lluvia.

En las artes tridimensionales, la luz es un elemento natural, sin el cual la obra no tendría existencia. En la arquitectura, la escultura, la pintura y el relieve, en todos los pueblos y las épocas, la luz ha sido causa obligada de los contrastes que construyen las formas.

También está presente, como realidad física, la luz en los vitrales góticos, cuya percepción solo es posible gracias a la luz que, atravesando la materia transparente, recorta las siluetas y da brillo a los colores.

Enla Edad Media, prácticamente la luz no fue utilizada.

En el Renacimiento, con Giotto y con Masaccio, la luz comienza a utilizarse como un medio expresivo capaz de dar a la obra un determinado carácter. La luz estaba proyectándose desde un punto elevado y remoto, era solo una claridad suave y difusa que se esparcía por toda la escena, creando sombras matizadas de gran delicadeza.

En el Barroco, la luz se concentra en un punto, lo que produce partes iluminadas y partes oscuras, creando efectos de dramatismo.

El Neoclasicismo retorna a la idea de fingir la luz, produciendo una ilusión tridimensional.

Fueron los pintores impresionistas quienes se empeñaron en pintar como se presenta a la vista.

La pintura moderna, a través de los fauves, prescindieron de toda representación naturalista del mundo y sustituyeron el concepto de iluminación por el de luminosidad, que es la propiedad que tienen los colores de irradiar claridad en virtud de su luz interna y de las relaciones que se establecen entre ellos.

Pero la luz vuelve a tomar posición activa en las artes cinéticas, en las que interviene como fuente de energía real, necesaria para la creación de la obras.

Una escultura no basta con que sea hermosa, puede perder toda su calidad y carácter cuando los efectos de luces y sombras son inefectivos. Cuando está iluminada artificialmente, el origen de la luz debe estar ligeramente alto y de forma lateral.

La luz dirigida desde abajo produce efectos dramáticos y distorsiona el volumen.

Las nuevas corrientes ignoran normas académicas, buscando otras fuentes de inspiración. Se pinta la belleza de lo feo, de lo abandonado: los potes de conservas, los personajes de tiras cómicas, los objetos absurdos y otros.

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