Aguda concisión

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Adriana Almada
Adriana Almada

Rodeada de poetas desde muy pequeña en su natal Salta, provincia de Argentina, la afición de Adriana Almada por la escritura brotó a muy corta edad.

Su creatividad rápidamente fue plasmada en textos, para constituirse actualmente como una reconocida escritora, editora, crítica de arte y curadora. En el Paraguay desde 1984, Adriana tiene a la fecha tres libros de poesía publicados: Zona de silencio (2005) y Patios prohibidos (2008), al que ahora se suma Jardines del abandono.

Asimismo, es autora de Colección privada. Escritos sobre artes visuales en Paraguay (2005), Hugo Aveta. Espacios sustraíbles (2015), Joaquín Sánchez, el narrador (2017), entre otras publicaciones.

Según explica la autora, Jardines del abandono reúne varios poemas escritos durante estos últimos años, caracterizados por su brevedad e intensidad.

Además del reconocimiento de sus textos, su prolífica trayectoria le valió elogios de renombradas artistas, como Raquel Chaves, poetisa, docente y periodista, así como de la recordada Ester de Izaguirre, escritora y narradora.

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¿Cómo nace tu pasión por la escritura? Nací en Salta, Argentina, reconocida por ser una provincia de fuerte tradición poética. Empecé a escribir desde muy temprano y ya en la adolescencia me apasioné por la poesía. Recuerdo que tenía cuadernos en los que coleccionaba textos de mis poetas preferidos. Hace una eternidad de eso.

¿Cómo recordás ese primer acercamiento a las letras? Desde muy pequeña me gustó la poesía. En la escuela existía la materia declamación. Era algo que las niñas debían aprender: fue así que nació mi gusto por la palabra. Un poema bien dicho, o bien leído, es algo conmovedor. Recuerdo que fabricaba libros de juguete, eran como pequeñas ediciones precarias, en las que dibujaba y escribía. A mi casa venían muchos poetas y crecí en medio de sus conversaciones, un ambiente propicio para la escritura. Mi abuelo había sido periodista, y una vez encontré en el escritorio de mi padre un cajón lleno de originales, primorosamente encuadernados, de sus libros inéditos. Entre estos había poesía y narrativa. Tenía una biblioteca espléndida en la que encontré libros que luego fueron muy importantes para mí; además, una poeta tucumana, Ariadna Chaves, amiga de la familia, fue una influencia decisiva.

¿Cómo describir tu escritura? Me cuesta describirla. Solo puedo decir que es intensa. Tajante a veces.

Ya con un legado de textos publicados... Sí, tengo tres volúmenes poéticos y he publicado textos sobre artes visuales (una antología y tres ensayos sobre artistas, además de escritos en volúmenes colectivos, catálogos y revistas). Como editora sí he trabajado muchísimo, habiendo editado no solo poesía, sino también publicaciones sobre artes visuales y ciencias sociales. Creo que he dado a conocer algunas cosas.

Editora y crítica de arte, ¿cuándo y cómo se dan esos procesos? Editar me parece un proceso fascinante. La edición y la crítica de arte van de la mano en mi caso. Igualmente la curaduría. Creo que permanentemente estamos editando, es decir, haciendo una selección y un descarte. Esta discriminación, en el buen sentido de la palabra, es fundamental en el proceso crítico. Cuando se está frente a una obra de arte es necesaria una lectura sagaz, capaz de desmenuzar los elementos que la componen, así como de vislumbrar sus alcances posibles. Hay una multiplicidad de relaciones que pueden ser tejidas a partir de una obra, una cantidad de asociaciones que surgen en torno a ella. Esto es siempre un desafío. En la edición uno se enfrenta a un material determinado, muchas veces caótico, al que hay que ir ajustando hasta lograr su perfil definitivo. En una curaduría me sucede algo parecido. Lo que en principio aparece como ideas vagas o, incluso, como conceptos arbitrarios, va transformándose hasta alcanzar la forma exacta de una exposición o de un proyecto artístico.

Acabas de lanzar un nuevo libro, ¿cómo explicarlo? Es un libro muy macerado.

Lo tenía listo desde hace varios años, esperando su publicación. Se llama Jardines del abandono y tiene una conexión con un volumen anterior, llamado Patios prohibidos. La escritura no es tan breve como en este, pero siempre es concisa. Creo que es un libro concentrado, que va y vuelve sobre cuestiones humanas. En realidad, creo que estos dos libros que mencioné, así como uno anterior, que se llama Zona de silencio, son espacios poéticos, lugares de exploración en los que aparecen la infancia, la vida, la muerte, el lenguaje, la memoria, así como grandes interrogantes sobre la existencia. Este libro está disponible en Ediciones de la Ura (Telmo Aquino 3772).

¿Ya se encuentra en proceso un proyecto similar? Creo que dar a luz este libro me ha dejado en disponibilidad para nuevas cosas. En mi caso, la escritura poética es un proceso ajeno a mi voluntad. Es una pulsión y ya comienzo a sentirla de nuevo. Pero de allí a que se transforme en un nuevo libro puede pasar mucho tiempo. En el campo de las artes visuales sí tengo algunos proyectos en curso.

¿Cómo visualizas la escritura en el Paraguay? Creo que existe una nueva generación de poetas extremadamente interesantes y, también, una nueva narrativa. Creo que es un buen momento para las letras en el Paraguay. Considero, sin embargo, que es muy importante el ejercicio de la palabra. La palabra nos define, nos construye frente al mundo y construye nuestro mundo. El cultivo de la palabra, la dicha y la oída, empieza en la infancia, en los cuentos de la noche. Es una práctica que pone en funcionamiento la capacidad de imaginar y la capacidad de decir. Walter Benjamin, a mitad del siglo pasado, ya sostenía que los narradores eran una especie en extinción. Y los valoraba como a aquellos verdaderos transmisores de experiencias. Creo que hay que recuperar este ejercicio de la palabra y ejercitar el placer de decir. También creo que hacen falta políticas públicas y privadas que fomenten la lectura en todos los niveles de enseñanza, pero sobre todo en los primeros años. El libro es algo que se aprende a amar en la infancia. Y, desde luego, también fomentar la producción editorial, comenzando por el estímulo a los escritores y escritoras. También es muy importante la acción de los medios de comunicación. En esta civilización de la imagen en la que estamos inmersos, el libro puede proporcionar un espacio de reflexión, instalar un tiempo de calidad, producir movilizaciones importantes dentro de nosotros. Si bien están los libros de entretenimiento, como esas novelas para leer en verano y que luego se olvidan, están los otros, esos libros que quedan en nosotros para siempre y que, en muchas ocasiones, orientan nuestro destino.

Elogiada desde siempre por su sutileza precisa y la síntesis de sus textos, su prolífica trayectoria no hace más que confirmar su consistencia en la escritura.

Adriana Almada

Escritora, editora, crítica de arte y curadora, reside en el Paraguay desde 1984. Jardines del abandono es el nuevo libro de la escritora, publicado dentro de la colección Lazo de Ediciones de la Ura.

Trayectoria

Sus textos han sido recogidos en volúmenes colectivos, revistas literarias, antologías, entre ellas Poesía paraguaya contemporánea (La Habana, 2010), Panamericana (Quito, 2015) y Los que se fueron: 25 poetas argentinos contemporáneos (Buenos Aires, 2019). Ha participado en numerosos encuentros y festivales, entre ellos, el Encuentro de Poetas del Mundo Latino (México, 2005) y el Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua, 2006).

/ nadia.cano@abc.com.py

Fotos Heber Carballo