“Ganamos la atención del Gobierno y logramos que el MEC sepa que no somos sumisos ni callados y que vamos a reclamar lo que es nuestro”, relata Camila, quien participó en las manifestaciones estudiantiles de 2015. Agrega que lo que sentían no era un odio hacia la ministra de Educación, sino unas ganas de querer preguntarle: “¿Por qué no hacés bien tu trabajo?”.
Así, también, cuenta que en este año las movilizaciones continuarán, buscando lograr los objetivos propuestos: el aumento del PIB invertido en educación, mejor infraestructura, almuerzo escolar para todos los estudiantes, el cumplimento de la ley del boleto estudiantil, entre otros puntos. “El Estado se metió con la generación equivocada de jóvenes, la que no se calla y reclama lo que le pertenece”, enfatiza.
Camila afirma que muchos estudiantes no querían asistir a las manifestaciones; los “bochos”, que se quejan por todo, prefirieron quedarse en aula, ellos señalaban que los “cachafás” pedían ir a las marchas solo para no estar en el colegio. “Para nosotros no es una pérdida de tiempo salir a las calles a reclamar derechos”, expresa.
Además, relata que para ella “asistir a manifestaciones era como ir a la guerra”, es decir, luchar por algo que te pertenece. Recuerda que en una ocasión, en una protesta frente al MEC, había más cascos azules que estudiantes y, a pocos metros del lugar, estaba un carro hidrante dispuesto a intervenir en cualquier momento contra los secundarios.
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La dirigente estudiantil afirma sentirse orgullosa por el despertar juvenil que ocurre en nuestro país. Además, cree que las vigilias y manifestaciones realizadas por los universitarios tuvieron un poco de influencia en la Marcha Nacional de Colegio Públicos y Privados del 18 de setiembre. “Si en 20 años me piden acompañar a esta causa, lo volvería a hacer una y mil veces”, concluye Camila.
Por Brian Cáceres Verón (17 años)
