Aquel campeonato de 1971

Este domingo la selección paraguaya Sub – 20 puede lograr el título de campeón del Sudamericano que se disputa en la ciudad de Mendoza, Argentina.

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Un empate le dará a Paraguay la posibilidad de ser el mejor del Sudamericano Sub – 20, conocido además como torneo Juventud de América. La única corona paraguaya en dicho certamen data del año 1971, cuando el torneo se disputó en nuestro país.

Esta vez quisimos refrescar lo que hasta ahora es el único título sudamericano juvenil de la selección albirroja. Paraguay venía de ser el mejor equipo del torneo de 1967 que también llegó a jugarse aquí. En esa ocasión Paraguay perdió el título porque  una moneda favoreció a la selección de Argentina, que se quedó con el campeonato.

Según el libro de los 100 años de la Asociación Paraguaya de Fútbol, ninguna de las asociaciones de Sudamérica aceptó organizar el campeonato de 1971, por lo que de nuevo Paraguay se hizo cargo del torneo. La diferencia con relación al torneo de 1967 fue que el estadio de Sajonia ya estaba iluminado y los partidos se jugaron en su totalidad en horas de la noche.

Era un gran equipo aquel de Paraguay que jugó el Sudamericano. El director técnico fue Benjamín Laterza y uno de los cuadros que jugó fue con Sixto Lionel Bareiro; Alicio Solalinde, Heleno Ríos, Pedro Medina y Secundino Aifuch; Juvencio Osorio, Tito Ramón Correa y Arecio Colmán; Roberto Cino, Carlos Diarte y Cristóbal Maldonado.

Fue Roberto Cino el autor del gol que nos dio el empate ante Uruguay para festejar el campeonato en aquel lejano 1971.

Para recordar lo que fue aquella hazaña quiero destacar un artículo de José María Troche en ABC Color sobre lo que fue la noche de la consagración albirroja bajo el título de “El gol de Cino valió un campeonato”.

“Carlos Diarte, el capitán del equipo, movió la pelota sobre la derecha para Juvencio Osorio. Un poco más atrás la recibió Tito Correa. La paró, levantó la mirada y ubicó a Neni Colmán. El 10 de la selección cruzó un largo pelotazo para Alicio Solalinde, totalmente adelantado y del centro, Cristóbal Maldonado sacó un cañonazo de cabeza que mandó al córner Garate. Fue la primera de un millón de oportunidades de gol perdidas esa noche. La primera de muchas grandes atajadas de Garate, y del gol, atragantado en las gargantas paraguayas. El público, con su aliento constante, impulsaba al cuadro albirrojo.


Nadie lo decía... pero todo el mundo rezaba para que no volviera a ocurrir lo del ’67.

A los quince minutos del primer tiempo, la selección paraguaya ya había perdido al menos tres ocasiones de adelantarse en el marcador y aunque los nervios aún estaban bien templados, los agoreros de siempre comenzaban a ponerse nerviosos. En las gradas, las voces de aliento continuaban pero apenas se perdía una pelota, los silbidos de la popular se hacían sentir. En el arco uruguayo, Garate comenzaba a ser la gran figura. Cortaba los centros con precisión sacaba a los costados para el contragolpe y ganaba todos los mano a mano.

Desde el vestuario local, don «Benja» transmitía tranquilidad a sus dirigidos. A Aifuch, Aquino y Colmán, que transitaban la banda izquierda del ataque paraguayo hacia el arco Norte, les decía que debían desbordar y buscar la cabeza de Maldonado o de Diarte, o buscarlo a Osorio que llegaba libre desde atrás. Pero la táctica no daba resultados. Los uruguayos se defendían como gatos panza arriba, pues recordaban la derrota en la serie eliminatoria...

Se fue la primera etapa con la esperanza intacta pues Paraguay había jugado bien. Diarte y Maldonado se habían perdido claras oportunidades de convertir, algunas tirando afuera, pero la mayoría concluyeron en las manos embrujadas de Garate, adonde iban a parar todos los pelotazos chutados o de cabeza.

El regreso de los juveniles fue tan entusiastamente recibido como al comienzo del partido. Gritos, silbidos, y un incansable “bandapú” alegraba las gradas y alentaba esperanzas.

El segundo tiempo fue un calco del primero. Paraguay atacaba por las puntas con Solalinde desbordando y mandando centros, desde la derecha, mientras que Aifuch intercalaba cañonazos contra la portería charrúa con centros pasados buscando a Osorio, pero sin resultados.

No había problemas, pues con mejor saldo de gol, el empate nos clasificaba campeones. Pero los uruguayos, con Islas como único atacante, buscando sacar rédito de algún contragolpe, ponía la nota de suspenso en el partido.

Las sonrisas desaparecieron de los rostros, cuando un largo saque de Garate cayó más allá de la mitad de la cancha, donde Islas, tomando a la defensa en apurado galopar de regreso, sometió a Bareiro y puso a Uruguay 1:0 en la electrizante final. El “továpuku” y la “argelería” se adueñaron de todo el estadio, menos de Benjamín Laterza que, de inmediato, respondió con un cambio: Roberto Cino se sumó a la ofensiva y comenzó a sacar ventaja por la derecha, utilizando su enorme habilidad, aprendida junto a su hermano José Félix en la cancha de fútbol de Salón del «Carlos A. López», al ladito del estadio de Sajonia.

La figura de Garate ya era monumental. Era el único responsable de ese marcador mentiroso, pues Paraguay había hecho méritos sobrados para consagrarse vencedor. A los 30 minutos, Diarte quedó mano a mano con el golero, pero el charrúa le birló la pelota. Dos minutos después, Neni Colmán entró solo y fue derribado en el área, pero no hubo penal. A los 40, Maldonado cabeceó fuera desde buena posición.

Ya se había perdido el esquema. Paraguay era puro corazón. Atacaba una y otra vez y rebotaba pero insistía con una garra extraordinaria, mucho más allá de la mostrada por los aguerridos rivales.

Ya muchos se habían retirado del estadio, cuando a los 44 minutos del segundo tiempo, un centro más cayó sobre el área uruguaya. Saltó Maldonado pero no cabeceó; Diarte alcanzó vaí vaí la pelota y chocó con Garate. El balón quedó picando frente al arco sin arquero, y Roberto Cino pasó a la historia empujando la pelota hasta la red, y logrando que el estadio y todo el país estallaran de alegría. Ese gol valió un campeonato. Desde entonces la noche de cada 25 de marzo es más brillante que las demás, pues mantiene el fulgor que alumbró desde el viejo estadio de Sajonia, las grandes glorias de todo el fútbol de nuestro país”.

De esto hace ya 42 años, este fin de semana una selección paraguaya puede volver a gritar campeón, esta vez con la solvencia de Diego Morel en el arco, con la aparición de los centrales en la zona de ofensiva, con el juego claro de Miguel Almirón, la incisividad de Derlis González. Es solo cuestión de esperar a que la albirroja nos de la gran alegría a principios del 2013 que esperemos termine de la misma manera en la que está comenzando a nivel de selecciones.

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