En intimidad con el artista

Su voz es un canto a la identidad nacional, que nos recuerda lo orgullosos que nos sentimos de ser paraguayos. Francisco Russo es un poeta del folclore nacional que demuestra que, lejos de ser una moda, la música paraguaya es un arma contra la ignorancia.

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Con sus canciones vibra un abuelo excombatiente y también un universitario que lucha contra la corrupción. Eso a él no le parece ninguna novedad. De hecho, le molesta que le digan: “A los jóvenes les gusta también tu música”. Para él es normal que todos los que nacieron bajo la bandera tricolor sientan la sangre hervir al escuchar los acordes de 13 Tuyutí y otras canciones. Esto es lo que Francisco Russo (51) llama identidad nacional. Se considera a sí mismo un pequeño eslabón en la gran cadena que implica conservar esta identidad, pues sabe que el compromiso de mantener el orgullo de sabernos paraguayos es enorme.

Canta canciones de la guerra, porque considera que, si bien se han bajado las armas, la batalla contra la ignorancia, la corrupción y el letargo del paraguayo, aún sigue. Empuña su guitarra, y a través de un micrófono reclama su victoria con toda la potencia de su voz rebelde.

Está convencido de que el espacio en el escenario es el lugar que le tocó ocupar en la sociedad.

A sus 51 años, el juglar del heroísmo paraguayo se declara de espíritu bohemio y amante de la soledad que aprendió a disfrutar.

En lugar de hacerlo de la manera convencional, prefiere medir el tiempo que le dedica al trabajo por kilómetros. En medio de los casi 1.800 kilómetros de recorrido semanal por el mapa paraguayo para ofrecer shows, Francisco Russo reservó una hora de tiempo en una calurosa tarde asuncena para permitirnos descubrir al ser humano que habita debajo del poncho y el sombrero.

Nos cita a las 13:00 y no nos hace esperar ni un solo minuto. Mientras enciende un cigarrillo, nos pide arrancar sin vueltas. No es el tipo de entrevistado que pueda someterse a un cuestionario. Cada tema que se le plantea se convierte un profundo análisis que transforma a la nota en una conversación envolvente y fluida.

¿Cuál es el secreto que hace que su música guste tanto?

-El sonido propio y la sinceridad, son dos características por las que trabajé y puse a consideración del público, que le dio buena receptividad. Consideré que si puedo ser yo mismo, sinceramente y sin reservas, podía lograr algo diferente.

¿Cuál es el significado más profundo que busca transmitir a través del uso del poncho y el sombrero?

-El poncho, el sombrero, el conversar con la gente, es el tronco, cuya raíz es el sostenimiento de la identidad nacional. Apenas contribuyo a ser un ser un eslabón de esta gran cadena que se llama identidad nacional. El compromiso es inmenso.

¿Por qué escogió cantar canciones de guerra?

-Todos los que nazcan bajo esta bandera tienen una Guerra de la Triple Alianza, una Guerra del Chaco. No se puede amar lo que no se conoce. Se necesita un soporte, y ese soporte lo dan las canciones, que logran que las personas se identifiquen con su patria. La guerra con armas terminó, pero la ignorancia sigue siendo un enemigo del pueblo que se aletarga, eso hay que combatirlo con lápiz, papel y música.

¿Qué es lo que más le hace falta al artista paraguayo?

-La presencia del Estado se necesita en la cultura. Yo no vivo del aire. Voy al supermercado y pago con los mismos billetes que vos pagás. No me sirve el "muy bien" para mi vida no artística. Soy artista apenas el tiempo que estoy en escenario, después soy un ser humano de carne y hueso, padezco los mismos problemas que vos.

¿Estudió alguna otra carrera además de la música?

-Ingresé a alguna que otra carrera universitaria en algún momento, pero al preguntarme, me di cuenta de que no estaba muy cómodo en el chiquero en el cual me desenvolvía. Yo lo que quería era tocar mi guitarra. Hoy por hoy, creo que ese escenario de 60 x 60, el micrófono y la guitarra, es el espacio que me corresponde dentro de la sociedad, y asumo esos compromisos.

¿Qué le molesta y cambiaría si pudiera?

-La gente que cuida el cuerpo, cuida el alma, pero, ¿en qué momento cuidan su espíritu? El arte es el camino más directo para la aceptación del espíritu. Necesitamos armonía, y la armonía es igual a la paz. La paz es igual al amor, y el amor es igual a Dios.

¿Y usted cree en Dios?

-Yo no tengo deidad. Respeto muchísimo.

¿Se considera ateo?

-No me considero ateo. Me consideraría un agnóstico. Si tuviera que definir eso, diría que creo en el universo y en la energía que él rige. Creo que todas las acciones que hace el ser humano tienen una consecuencia energética, científicamente demostrable. No hay nada que hagas que pase desapercibido, porque el universo no entiende de bromas. No estoy hablando de nada paranormal, sino exclusivamente de la física. Toda acción revierte una reacción.

Francisco no se sienta en ningún momento de la entrevista, se siente cómodo fumando un cigarrillo tras otro y mirando unos libros sobre Emiliano R. Fernández. Tarda bastante en tomar confianza con el equipo periodístico, pero en el segundo segmento de la nota, nos permite ingresar un poco más a aspectos de su vida personal y familiar.

¿Cómo es un día suyo?

-Vivo en San Lorenzo, al lado de un local nocturno que va a hasta muy tarde, y se me está convirtiendo en un fastidio, lo que significa que el sueño no es muy armónico. La falta de sueño hace que me levante un poco más tarde de lo que me gustaría. Si puedo dormir bien, me gusta levantarme y leer algún libro, me gusta mucho escribir, componer si puedo componer, preparar mi repertorio para los shows, hago mis llamadas, porque tengo un gran abanico de conocidos con quienes siempre estoy en contacto, y me gusta meditar.

De todo lo que mencionó, ¿qué es lo que más disfruta?

-Sobre todo me gusta mi tiempo. Vivo solo, en consecuencia tuve que aprender a disfrutar de mi soledad y hacerme amiga de ella. Eso significa que, al terminar el show, dejo el micrófono, bajo de las gradas, y ahí se deben empezar a apagar los aplausos. Voy a mi casa, y cuando abro mi portón, debo entrar ya sin ningún aplauso en el oído, porque ya no forma parte de la realidad. Si entro con los aplausos a mi casa, lo más probable es que me tire en un pozo, no lo podría soportar.

¿Cuál es la regla principal que le ha servido para evitarse problemas?

-El fondo mío es bohemio, sin reglas, pero al convertirte en profesional, necesariamente tenés que ponerte reglas, y una de ellas es no exponer mi imagen. Si alguien te dice: “Lo vi a Francisco tomando cerveza en tal bar”, anotalo por favor en tu lista de mentirosos. No voy a ningún lugar público, y las pocas veces que voy, tengo que ir relativamente producido, porque puede venir alguien a pedirme una foto. Es por eso que disfruto mucho de mi casa, mi espacio, mis cosas.

 

Puede ver parte de la entrevista en versión audiovisual en el video que se encuentra a continuación.

¿Quiénes forman parte de su familia cercana?

-Tengo aún a mis padres, que hace poco cumplieron 60 años de matrimonio. Están a 10 minutos de mi casa, por lo que eventualmente puedo ir a tomar un tereré con ellos.

 ¿Hijos?

-Tengo dos. Francesco Giuliano tiene 25 años y Nadine Fiorella tiene 23. Mi hijo debería estar terminando ingeniería informática en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y mi hija está presentando tesis de la carrera de Relaciones Internacionales en la Unila, en Foz de Yguazu.

¿Buena relación?

-Absoluta. Mi hijo fue al conservatorio, él es un auténtico músico, su papá es un payaso que aún lidia con lo “shae”. Mi hija probablemente viaje a otro país, pero estoy acostumbrado a tenerlos lejos. Como soy padre separado, tuve que aprender a cambiar calidad por cantidad.

¿Estuvo casado?

-Sí.

¿Volvería a casarse?

-(Ríe) Yo vivo luego casado. Estoy solo pero no sé estar solo. Eso sí, mi vida privada, fuera de lo que te puedo comentar de mis hijos, es mía. No me expongo, porque eso tiene consecuencias. Mi primer anillo es mío, lo disfruto y forma parte de mi intimidad. No está bajo ningún análisis.

¿Quiénes son sus amigos?

- Mi vida social la tengo con un grupo de excompañeros desde el preescolar, que forman parte de mi primer anillo. El único problema es que cuesta mucho romper la barrera del “Francisquí” que creció con ellos y ahora es el artista. Cuesta hacer que me vean como artista. Es como el respeto, no lo podés imponer, tenés que ganarlo.

¿Qué hay en su casa?

-Mi televisor, mi sofá, una cómoda, una poltrona, un sillón muy cómodo con un posapie, una biblioteca muy nutrida con libros de izquierda, derecha, norte y sur, este y oeste. Tengo una muy linda cocina, porque amo cocinar, y todos los elementos de la cocina con los que me llevo muy bien. Tengo mi computadora, una mesa con seis sillas que me prestan o me regalaron mis padres, que son de cuando papá era soltero. Imaginate cuanto tiempo tienen (sonríe).

 

Vea parte de la entrevista en versión audiovisual

¿Es organizado?

-Trato de serlo, pero, como el espíritu es bohemio, cuesta mucho. Me gustan los buenos olores, y trato de que estén presentes en mi casa, si bien fumo, y eso conspira un poco.

¿Qué prefiere leer?

-Me gusta leer ensayos filosóficos.

¿Comida favorita?

-Tengo muchas, pero me gusta la comida paraguaya. No como locote, cebolla cruda, ni nada que venga del agua. Me gusta pescar y cocinar el pescado para mis amigos.

¿No come pescado por principios?

-No, simplemente no lo como, aunque sí soy un amante compulsivo de la pesca. Cuando pasa un tiempo y no voy siento que ya necesito de ese espacio. Si paso 10 horas pescando, probablemente esté 9 horas en silencio.

Lo que sí no consumo por principio son animales silvestres, porque creo que alguien va a matar ese bicho para venderme y no voy a ser la razón para que él se motive.

¿Bebe alcohol?

-¡Sí! Me gustan las buenas bebidas. Me encanta tomar por ejemplo un doble black con gaseosa de cola, aunque me digan ¡cómo vas a tomar con gaseosa! Pero bueno, es lo que me gusta. Disfruto de un buen vino, también con gaseosa, y una cerveza bien helada cuando la razón manda. Pero tengo algunas reglas para beber.

¿Cuáles?

Estoy convencido de que el alcohol potencia el estado anímico. Si estás deprimido, no bebas, porque será peor, y si estás contento, te pondrás más feliz. Bebo con absoluta moderación, porque nunca lo hago si no tengo una razón, y tiene que ser una muy emotiva. Jamás bebo solo, aunque tengo en mi casa un arsenal de bebidas, que los muchachos me regalan. Pero cuando era joven era muy distinto.

¿Cómo era?

-En mi época de muchacho he bebido todo lo que tenga alcohol en el planeta. Fue una etapa de desborde. Tuve una juventud bastante bochornosa.

 

 

¿Quiere saber cómo fue el momento de la entrevista? Reproduzca el siguiente video.

Si bien su seriedad impone respeto, Francisco es muy cercano a su público. Acepta fotografías y responde mensajes en redes sociales. “Yo pues vivo de la gente”, dice con sinceridad. No le molesta que los humoristas lo imiten, al contrario, lo disfruta bastante.

¿Cómo se lleva con las redes sociales?

-Manejo personalmente mis páginas de las redes sociales. Utilizo dos perfiles de Facebook, con 5.000 amigos en cada uno, y la gente escribe mucho. Si no leo, me disculpo con las personas. Lo que sí me indigna muchísimo es la gente que se esconde detrás de un perfil para decir cosas de manera irresponsable. No admito las catarsis ni el marketing de lástima.

¿Le molestan los imitadores?

-No, en absoluto. Los admiro muchísimo. Soy egresado de la Escuela de Artes Escénicas Julio Correa, décadas atrás, pero no me siento un actor de teatro. El humor tiene que renovarse y es sectorial. Es muy difícil hacer reír a las personas. El imitador es subestimado, pero auténticamente no imita el que quiere, solo el que puede.

La parodia de “Franchesco Groso” hace reír mucho a la gente…

-“Franchesco Groso” alimenta mi ego. No se parodia a quien no es conocido. Significa que probablemente esté haciendo bien las cosas. Cuando voy a los shows todo el mundo me grita “¡Franchesco Grosso!”. Quiere decir que el producto está puesto, eso es importante para quienes vivimos de esto.

¿En algún momento sintió que su imitador le faltó el respeto?

-Tengo que ser honesto, creo que lo hacen con mucho respeto. No me siento agraviado, al contrario, disfruto mucho de ellos. Sobre todo este grupo es de gente muy talentosa, que forma parte de la nueva camada.

 

Vea la entrevista filmada

¿Qué la falta al arte paraguayo?

-Una mejor cotización. Los artistas tenemos una mala cotización de nuestro arte, porque estamos necesitando. Si te cobré 1.000 hoy no te voy a cobrar jamás 1.500. Es más, le contás a todos que te cobré 1.000, y todos me pagan eso. Baja la cotización. Una cosa hay que entender, no me cagás a mí si cobro 1.000 y vos 500, te cagás a vos, porque prostituís el arte.

Critican el hecho de que usted toque para eventos de distintos partidos. ¿Qué responde a eso?

-No soy responsable de dónde sale el dinero con el cual me pagan, porque mi trabajo es honesto. Me honra que todos los sectores políticos de la república requieran mis servicios, porque lo que yo hago no tiene color.

Yo tengo un partido político y un club. Soy liberteño y estoy afiliado al Partido Colorado hace más de 30 años, porque en su momento estaba convencido de que el partido era el único que podía sacar a este país del letargo. Pero eso no le interesa a la gente, a la gente le interesa el artista.

Toco en todo lugar, y donde soy convocado llevo el arte, las razones por las cuáles podemos estar orgullosos de ser paraguayos.

 

 

estefanhy.ramirez@abc .com.py - @estefhycantie

Fotografía e imágenes: Carlos Schatebeck

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