La Berlinale, ante su jurado más raro

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Estatuillas del Festival de Cine de Berlín.
Estatuillas del Festival de Cine de Berlín.HANNIBAL HANSCHKE

Hacer pronósticos de favoritos al Oso de Oro en una Berlinale siempre es tarea compleja; en los últimos diez o veinte años, los jurados optaron por ignorar las preferencias de la crítica. En esta 71 edición, virtual, el jurado está formado por seis directores que ya ganaron el máximo galardón, todos ellos cineastas ajenos a convenciones.

El órgano “quinielístico” tradicional de toda Berlinale es la puntuación que difunde a diario la revista Screen, elaborado por la valoración de críticos internacionales.

En esta ocasión, la cabecera se la disputan la alemana Herr Bachmann und seine Klasse -documental de Maria Speth sobre un veterano maestro de provincias- e Introduction, del surcoreano Hong Sang-soo.

Su perseguidora es Fabian, del alemán Dominik Graf, y la georgiana What do we see when we look at the Sky. Asimismo bien colocadas están Petite Maman, de Céline Sciamma, y la rompedora Bad Luck Banging or Loony Porn, del rumano Radu Jude.

Las quince cintas incluidas en la sección oficial han sido presentadas en apenas cinco jornadas, a la espera de que mañana se comunique el veredicto del jurado.

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La lista de Screen no incluye a las últimas películas presentadas este jueves por el festival -la iraní Ballad of a White Cow, la japonesa Wheel of Fortune and Fantasy y la mexicana Una película de policías- teóricas firmes aspirantes también.

DE LA BOSNIA ZBANIC AL IRANÍ RASOULOF

No ha habido oportunidad en esta Berlinale virtual, sin alfombra roja ni comparecencias ante los medios, de tantear las preferencias de los miembros del jurado. Su única intervención fue en formato zoom, en un debate a distancia moderado por el director del festival, Carlo Chatrian.

No hay un presidente del jurado y tampoco se sigue el esquema clásico -algún director de cine, un actor o actriz, más productores. Todos sus miembros tienen el mismo rango o teórico poder decisorio.

Uno de ellos, el iraní Mohammad Rasoulof, ni siquiera pudo acudir a una sesión fotográfica previa con sus colegas en la sede del festival, ya que las autoridades de Teherán le impidieron salir del país.

Rasoulof ganó el Oro en 2020 con There is no Evil, un premio que no pudo recoger personalmente, retenido en Teherán, y que se interpretó como un reconocimiento a la capacidad de resistencia de los cineastas iraníes a las imposiciones del régimen.

El filme de Rasoulof se centraba en cuatro verdugos -el que cumple porque es su trabajo, el que tiembla ante la ejecución, el que huye y el que obedece-. No era el favorito, pero tampoco levantó indignación.

Un año antes, el israelí Nadav Lapid recogió con Synonymes un Oro que parecía destinado a François Ozon por Gràce à Dieu, una denuncia sobre el silencio de la iglesia frente a la pederastia, al que se reservó el Gran Premio del Jurado.

En su diálogo con Chatrian, Lapid recordó que compartió vuelo con Ozon tras recibir el premio y cómo ambos comentaron el inesperado veredicto del jurado, presidido por la actriz francesa Juliette Binoche, que al parecer no hizo inclinar la balanza a favor de su compatriota.

Al zoom con Rasoulof y Lapid se unió el de la tercera integrante del jurado la rumana Adina Pintilie, ganadora en 2018, también contra pronóstico, con Touch me not, una producción que rompía unos cuantos cánones. Su estreno en el festival había producido deserciones del público, entre largas escenas de sexo, diálogos con personas incapacitadas para ejercerlo o discapacitados que disfrutan en plenitud su sexualidad.

La cuarta integrante del equipo, Oro en 2017, es la húngara Ildiko Enyedi, que ganó el máximo premio con On Body and Soul, otro filme que había sido recibido con calidez, pero que no partía como favorito, sobre el hermoso cuento de un jefe y una empleada de un matadero que comparten sueños.

Gianfranco Rosi -incluido en el jurado, aunque ausente en la presentación con Chatrian- ganó el Oro en 2016 con su Fuocoammare, sobre el drama migratorio en aguas del Mediterráneo. Una película que impactó en la Berlinale, un año después de la crisis migratoria que llevó a Alemania a casi un millón de refugiados. Fue probablemente el pronóstico menos inesperado de los últimos tiempos, debido al jurado presidido por la actriz estadounidense Meryl Streep.

Cierra el círculo del jurado la realizadora bosnia Jasmila Zbanic, quien se llevó el Oro en 2006 con su drama sobre la violación como arma de guerra Grbavica. Era entonces una debutante y se presentaba con un filme rodado desde la absoluta sobriedad, con un equipo mínimo y total desnudez de medios.