Las imágenes de la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, punto culminante de esa revolución, permanecen para siempre en la memoria colectiva.
Luego, el proceso pasó de la calle a las urnas, con las elecciones del 18 de marzo de 1990, y posteriormente a los despachos, donde se selló la reunificación el 3 de octubre de 1990: los “nuevos estados federados” pasaron a formar parte de la República Federal de Alemania (RFA) y la República Democrática de Alemania (RDA) dejó de existir.
Las dictaduras totalitarias comunistas se caracterizaban por utilizar el término “democrático” en el nombre de los países donde regían.
Tan terrible es la memoria del comunismo en esas regiones, que diversos líderes políticos cosechan hoy éxitos electorales con discursos a visiones del nazismo.
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Helmut Kohl prometió “paisajes florecientes” en el este alemán y que “a nadie le iría peor, y a muchos mejor, que en la RDA”.
El camino ha sido largo, y los desafíos grandes, pero la pujanza alemana ha levantado la prosperidad de un pueblo sometido a una gran miseria.
En el este, “el Estado ha invertido fuerte en infraestructura, ha destinado fondos a la construcción de vías, al embellecimiento de pueblos y ciudades y a la renovación de edificios. A primera vista todo parece haber salido muy bien, aunque no tan rápido como esperaba Kohl”, dice a Efe el historiador Arnd Bauerkämper, de la Universidad Libre de Berlín.
Si se compara hoy esa zona del país con la de antes de 1989, la mejora es notable. Sin embargo, si se mira más de cerca, sigue habiendo diferencias entre el este y el oeste de Alemania.
En general, la peor educación, en general de los que estuvieron sometidos al comunismo, ha impactado en su desarrollo económico, siendo menor que los del oeste.
“El ingreso medio es más bajo en el este y, aunque el coste de vida por lo general es también menor, si se tienen en cuenta ambos factores la situación material de muchos alemanes del este es peor que la del oeste, pero claramente mejor que en la RDA”, explica Bauerkämper.
El proceso, complicado, como era, tuvo diversas frustraciones en los habitantes del este, lo que intentó capitalizar el Partido del Socialismo Democrático (PDS), agrupación que sucedió al Partido Comunista que regía la RDA.
Pero, los radicales del otro extremo del espectro político cosechan incluso mayor apoyo.
El ascenso de grupos de ambos extremos preocupa a la canciller, Angela Merkel, que teme que la formación de gobiernos regionales pase por al menos uno de esos dos partidos.
En la primera década de este siglo incluso surgió una ola llamada la “ostalgia” (mezcla de Öst (este) y nostalgia), que pretendía idealizar la vida cotidiana en la RDA, intentando esconder la represión y las pocas perspectivas de su población.
“Tendremos que reunir mucha energía para la cohesión”, aseguró ayer, en la víspera del aniversario, la canciller Angela Merkel, para quien el futuro de Alemania no se debe concentrar en el este o el oeste: “Mantener unido un país en el siglo XXI significa justicia para todos”.
