Lalo de Almeida fotografía “la dolorosa destrucción” de la Amazonía

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Imane RachidiÁmsterdam, 8 abr (EFE).- El fotógrafo Lalo de Almeida explica con una pasión singular, pero una indignación dolorosa, su trabajo sobre la destrucción de la Amazonía, premio Proyecto a Largo Plazo del World Press Photo, y, denuncia, en una entrevista con Efe, que “hay quien ve la protección de este bosque como un impedimento para el desarrollo”.

De Almeida asegura que “los brasileños no conocen la Amazonía, saben más sobre Estados Unidos que la Amazonía” y él quiso “mostrar la complejidad” de la zona. “Cuando hablas de la Amazonía, la gente se imagina una especie de alfombra verde enorme, llena de animales y algunos indígenas rondando por ahí, pero es mucho más complejo que eso”, añade.

Este fotoperiodista ha centrado la última década de su trabajo en denunciar el desgaste que está sufriendo el bosque tropical amazónico, el más extenso del mundo y hogar de una biodiversidad infinita. “También quiero mostrar cómo la población indígena y no indígena que vive en este bosque está sufriendo el impacto de los proyectos de infraestructuras, de la mentalidad que hay detrás, de cómo los brasileños tratan y ven la Amazonía”, subraya.

Aunque admite que el actual presidente, Jair Bolsonaro, “puso esta amenaza en otro nivel y aceleró todo este modelo de destrucción”, advierte de que este dirigente “no inventó la destrucción” de la Amazonía, sino que se remonta a varias décadas antes.

“Esto no es una cosa de Bolsonaro, Lula (da Silva), o los militares. Los brasileños siempre hemos visto la Amazonía como una colonia, un proveedor de materias primas, minerales, energía y madera para la parte más rica del país. En la época colonial, lo hicimos así con los portugueses, y después mantuvimos el mismo modelo de explotación de la Amazonía”, dice.

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De Almeida, de 52 años, lleva dedicado a su proyecto fotoperiodístico desde 2009 y empezó fotografiando el proyecto de construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte, en el municipio brasileño de Altamira, en el río Xingú, donde, denuncia, “se ve cómo el ciclo se repite una y otra vez durante los últimos cien años” a la hora de gestionar la Amazonía.

“Llegaron allí sin hablar con los locales, sin pensar en el desarrollo local, y provocando un caos enorme. Cuando vi lo que estaba pasando, quedé impactado. Me recordó a proyectos como la autopista transamazónica que se hizo durante la dictadura militar (de Emílio Garrastazu Médici) y a otras plantas hidroeléctricas”, lamentó.

La llamada "Carretera Transamazónica", iniciada a comienzos de los años 70, fue considerada una obra faraónica y ya en esa época de naciente conciencia ecologista escandalizó a defensores del medio ambiente en Brasil y en el exterior.

De Almeida decidió hacer un seguimiento de las consecuencias de Belo Monte y relatar, a través del fotoperiodismo, “el impacto social y medioambiental” porque, lamenta, Altamira pasó a ser “un caos de violencia, prostitución y pobreza”, pero al ver que “es el modelo de siempre, con la misma mentalidad”, amplió el foco a otros proyectos que desgastan la zona.

El proyecto con el que ganó ayer el World Press Photo trata de subrayar que no se puede hablar de la preservación del medioambiente sin debatir el impacto social porque “hay mucha gente viviendo en el bosque, en las pequeñas ciudades de la Amazonía, y viven de actividades ilegales, como la minería de oro”.

Y cuando organismos como el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (IBAMA) llega a su zona “son vistos como enemigos porque están quitándole trabajo a la gente local”, sin preocuparse por “encontrar una vía para que puedan tener unos ingresos, al mismo tiempo que se preserva” la Amazonía.

“Si no haces eso, la gente se pone en modo supervivencia. Necesitan vivir de algo, y buscarán las vías, incluso si es a través de actividades ilegales. Estas ciudades, donde los niveles de deforestación son muy altos, también tienen niveles bajos en los índices de desarrollo humano. La pobreza y la deforestación están muy conectadas”, alerta.

Su conclusión es que “no hay una respuesta fácil a la preservación del bosque, pues lo social y medioambiental van de la mano”, pero es urgente frenar el desgaste de la Amazonía porque “es muy triste, circular por la carretera transamazónica es deprimente, se ven todas las etapas de la destrucción, la deforestación se está comiendo el bosque”.