Burundi vive el mayor flujo de refugiados en décadas, y necesita urgentemente de más ayuda para acogerlos en un momento en el que ACNUR y otras agencias humanitarias sufren serias restricciones de financiación, indicó en una rueda de prensa telemática desde Buyumbura, la capital burundesa, la portavoz regional de ACNUR Faith Kasina.
"Algunos de los que llegan han vivido peligrosas travesías, entre ellos madres que cruzan el río Rusizi (en la frontera entre Burundi y la República Democrática del Congo) con sus niños recién nacidos en los brazos. Otros caminaron durante horas sin detenerse a descansar, por miedo a verse inmersos en las hostilidades", describió.
Kasina indicó que en la última semana el flujo de refugiados se ha reducido ligeramente, aunque siguen cruzando al país cientos de personas a diario, en su mayoría niños, mujeres y ancianos, a través de 11 pasos fronterizos, muchos de ellos no oficiales.
La portavoz señaló que muchos de estos refugiados tuvieron que pagar grandes sumas por el transporte a la frontera, a precios hasta tres veces superiores a los anteriores a la espiral de violencia.
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Unos 45.000 de los refugiados han sido acomodados en un estadio de Rugombo, localidad próxima a la frontera, a la espera de poder recibir otros alojamientos, pero incluso esa instalación está al máximo de su capacidad y muchas personas tienen que asentarse en campos abiertos.
Otra zona acondicionada para los refugiados, el centro de Musenyi en el sur del país, puede recibir a 10.000 personas y ya está al 60 % de su capacidad, señaló la representante regional de ACNUR en África Oriental y Grandes Lagos.
