El Departamento de Prisiones singapurense confirmó al diario The Straits Times que Teo Ghim Heng fue ahorcado, el método que emplea Singapur para las ejecuciones, en la prisión Changi de la ciudad-Estado.
El singapurense, quien alegó que sufría depresión en el momento del suceso, fue hallado culpable en noviembre de 2020 de estrangular a su esposa mientras estaba embarazada de 6 meses, y a su hija, y de quemar los cadáveres después.
La próspera y moderna nación asiática mantiene el castigo capital para delitos como el asesinato y el tráfico de drogas, pese a las críticas de la ONU y de organizaciones de derechos humanos.
En el último caso, la pena de muerte se contempla en los casos de tráfico de al menos 500 gramos de tráfico de marihuana y de un mínimo de 15 gramos de heroína.
En 2024, Singapur ahorcó a nueve personas, ocho de ellas por delitos de drogas, según un informe publicado la semana pasada por Amnistía Internacional sobre la pena de muerte. La isla lleva a cabo las ejecuciones con opacidad y solo informa de algunas.
Tras un parón de las ejecuciones durante dos años por la pandemia de covid-19, Singapur batió récords en 2022 ejecutando en pocos meses a once presos, incluyendo un traficante de heroína diagnosticado con una discapacidad intelectual.