La última aparición pública del papa Francisco fue este domingo de Pascuas. A pesar de haber estado hospitalizado más de 30 días por una neumonía bilateral, y aunque parecía mostrar signos de recuperación, su estado seguía siendo delicado. Se le vio movilizándose en silla de ruedas, sin ayuda de cánulas de oxígeno, un gesto que, lejos de tranquilizar, subrayaba su fragilidad. Con la voz reducida a casi un susurro, saludó a los 35.000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro con un escueto pero sentido: “Feliz Pascua”. Serían sus últimas palabras públicas. Horas después, el pontífice falleció.
El resto del mensaje pascual que redactó fue leído por Diego Ravelli, maestro de ceremonias. En él, el papa denunció la “dramática e indigna crisis humanitaria” en Gaza y pidió el cese inmediato de las hostilidades, manifestando su alarma ante el crecimiento del antisemitismo en todo el mundo.
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Llamado a la paz y la humanidad
El Santo Padre instó a “las partes beligerantes” a cesar el fuego, liberar a los rehenes y brindar asistencia a quienes sufren y anhelan paz. Reconoció el sufrimiento de los cristianos en Palestina e Israel, así como el de todos los pueblos implicados en el conflicto. Desde el Santo Sepulcro, deseó que la celebración conjunta de Pascuas entre católicos y ortodoxos se convirtiera en un faro de paz para Tierra Santa y para el mundo.
Reflexión sobre desarme
Francisco advirtió sobre la necesidad de mantener la humanidad en el centro de toda acción, condenando la crueldad de los conflictos que arrasan con la vida de civiles, especialmente en espacios vulnerables como escuelas y hospitales. Recordó que detrás de cada cifra hay personas con dignidad. “La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme”, enfatizó, y advirtió que la legítima defensa no debe ser excusa para una nueva carrera armamentista.
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Este último mensaje del papa Francisco no solo fue un testimonio de su compromiso con la paz, sino también un legado de coherencia: predicar hasta el final con el ejemplo de una vida entregada a la Iglesia y al sufrimiento del mundo.