A la Municipalidad, con una abigarrada multitud de Inspectores, le importa un bledo revisar si el lavadero paga patente anual. A la Essap, sus cloacas, menos. Un problema extra es que el agua luego rompe el asfalto. Marche un recapado, pagado por los vecinos.
Luego de innumerables quejas y protestas y excusas, tuve que molestar a un amigo munícipe para conseguir un negligente Inspector. Vino a “inspeccionar” en medio de una lluvia. No vio clientes ni agua servida. Su ponciopilatesco informe: “es un copetín, no un lavadero”. No creo en coincidencias ni casualidades.
Es también un copetín que tiene gente barullenta por las noches. Se sabe que la Municipalidad solo activa funcionarios en horas diurnas. La noche es para su descanso, no así el nuestro. La moraleja es que la Municipalidad no vela por nuestro bienestar ni por la convivencia civilizada. Cualquiera puede abrir lo que sea, donde sea. La Municipalidad agota su tarea en la recaudación. ¿Prestar servicios a cambio? Nambre. En otro incidente, llegué a una altisonante dependencia municipal para denunciar la apertura de una escuela de danzas en un barrio prohibido. La respuesta tranquilizadora del poderoso director general fue: “mejor te vas a hacer la denuncia a la prensa, no hay nada que yo pueda hacer”. El poder administrativo municipal es apenas usina de empleo.
Si la prensa es la única esperanza, la Municipalidad debería desviar a los medios parte de los impuestos y tasas, por tercerización de su Depto. de Quejas.
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Y como la Municipalidad en nada sirve a los contribuyentes, si se la aboliera y el MOPC se hiciera cargo de las tareas, el alivio será universal. Adiós a los parásitos de la Junta y a las molestas elecciones que tiran dinero para elegir ineptos. Parece fantasioso, pero por planteamientos así varios populistas llegaron a presidente y están de moda.
Ricardo Caballero Aquino
