Un periodista armado

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Frecuentemente advierto a los periodistas no portar armas porque hacerlo “puede alterar tu capacidad como observador”, lo cual, en sociedades violentas y con leyes muertas es exactamente lo que mantiene a los reporteros a salvo.

Pero hago una excepción con Cándido Figueredo Ruiz, un reportero paraguayo quien ha sido amenazado, disparado y atacado tantas veces por lo que apenas sale de su casa. Cuando lo hace, está rodeado de una falange de guardias fuertemente armados. Él lleva consigo su propia pistola automática.

Figueredo, 59, es un corresponsal para el diario ABC Color, en Pedro Juan Caballero, una ciudad paraguaya fronteriza con Brasil. El pueblo es un centro global para el tráfico de drogas y la delincuencia, y tras más de 20 años de dar nombres, Figueredo es un hombre marcado.

“Nunca pasó por mi cabeza estar armado”, me dijo Figueredo en una entrevista reciente. “Pero al final del día, no puedes dejar que otra persona arriesgue su vida por la tuya. Entiendo que la gente me critique por estar armado. Simplemente les pido que vivan conmigo por una semana. Pienso que así cambiarán de opinión”.

Reconociendo su temeraria labor periodística, Figueredo recibirá el premio Press Freedom, del Comité Internacional para la Protección de los Periodistas (Comittee to Protect Journalists’ International), en una cena de gala, este mes en Nueva York. Será homenajeado junto con otros periodistas de Siria, Etiopía y Malasia, quienes como él, han puesto su vida y su libertad al límite, para llevar a la gente las noticias.

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Uno de los motivos fundamentales detrás del premio es homenajear a los periodistas que reportan en zonas de peligro como Figueredo, lo cual les brinda mayor seguridad al darle visibilidad internacional, exponiendo a sus atacantes al escrutinio y escarnio público.

La estrategia funciona, pero tiene sus limitaciones.

A través de los años, varios ganadores del premio han sido atacados y asesinados. En 1996, un año después de haber recibido el galardón, la reportera irlandesa Veronica Guerin fue asesinada por una pandilla de narcotraficantes en las afueras de Dublin. En noviembre de 1997, también un año después de haber sido premiado, el editor mexicano Jesús Blancornelas, fue emboscado y acribillado por un ejército de matones de un cartel, mientras iba a trabajar a Tijuana. Sobrevivió, pero su guardia fue asesinado. El camarógrafo de Reuters Mazen Dana, quien fue premiado en 2001 por su valiente reportaje en su nativa Palestina, recibió un disparo mortal en 2003, por parte de un artillero de tanque de Estados Unidos, quien confundió su cámara con un lanzagranadas.

Estas muertes resultan cercanamente dolorosas, no solo porque involucran a amigos y colegas. Sino también porque plantean un desafío fundamental a lo que hacemos en el comité, lo cual en el caso de los premios, utiliza la atención que dan los medios para tratar de mantener a salvo a nuestros colegas en peligro.

En su libro del 2010, “Marked for Death: Dying for the Story in the World’s Most Dangeous Places” (Marcado de muerte: Morir por la noticia en los lugares más peligrosos del mundo), el autor Terry Gould analiza por qué los periodistas asumen peligros extremos. Plantea que algunos periodistas desean convertirse en mártires de la verdad, debido a que creen tan fuertemente que sus muertes impulsarán a la sociedad hacia la justicia. Como estos periodistas no pueden ser disuadidos por las amenazas, sobornos o ataques, se vuelven “imparables excepto por la muerte”.

He visto varios casos. La periodista rusa Anna Politkovskaya, recibió un mortal disparo en fuera de su departamento en Moscú en octubre de 2006, luego de ser advertida en repetidas veces, de que su muerte sería inevitable si continuaba reportando el conflicto en Chechen. La muerte en 2002 del editor colombiano Orlando Sierra fue también anunciada. Él dijo a un periodista que lo entrevistó, poco antes de su muerte, “soy inmune cuando escribo, pero muy vulnerable cuando algo es publicado”. El editor Lasantha Wickrematunge, de Sri Lanka, asesinado en 2009, escribió en una carta que pidió que se dé a conocer en el caso de que lo asesinasen: “la gente me pregunta frecuentemente por qué tomo estos riesgos, y me dicen que es cuestión de tiempo para que me hagan daño. Por supuesto que lo sé: es inevitable. Pero si nosotros no hablamos ahora, no quedará nadie para hablar por aquellos que no pueden hacerlo, ya sean minorías étnicas, los desfavorecidos, o los perseguidos”.

Justamente el mes pasado, dos periodistas sirios fueron asesinados en Turquía, por militantes del Estado Islámico, quienes después de fingir desertar del grupo, atrajeron a los periodistas a su apartamento en la ciudad de Urfa, donde los asesinaron con armas blancas. Uno de los fallecidos, Ibrahim Abd Al-Qader, era un miembro del colectivo de medios Raqqa is Being Slaughtered Silently (RBSS), que el comité honrará al 24 de noviembre la cena de gala.

Después de huir a Siria, los asesinos enviaron un mensaje de texto diciendo, “Nosotros asesinamos a Ibrahim para romper sus corazones y regresaremos por ustedes con otro cuchillo”. RBSS prometió continuar sus informes desde Siria a pesar de las amenazas de muerte.

Figueredo no cree que el premio le asegurará una vida larga. “Cada día, le digo a mi esposa Patricia, antes de ir a dormir: fue un día más”, dice. “Soy consciente del hecho de que los narcos pueden asesinarme, así que no pienso en el futuro”.

Pero Figueredo también es un idealista, por ejemplo, da consejos para los periodistas jóvenes que podrían tratar de seguir por su camino. “Ama el periodismo”, dice Figueredo. “Porque sólo cuando amas lo que haces puedes hacer el esfuerzo necesario para continuar en la profesión y sacrificar lo que es más valioso para nosotros como seres humanos”.

Figueredo dice que está tremendamente fortalecido al obtener el premio. Para Figueredo, el galardón le hizo darse cuenta de que no está solo, y que la gente de todo el mundo apoya su trabajo. Él considera su próximo viaje a Nueva York como una reivindicación y un indulto. “Simplemente caminar en las calles será una fiesta”, explicó. “Sentirse libre, sentarse en un café o tener una copa de vino en un restaurante - y si es posible en un lugar con una gran multitud - será estupendo, casi impensable para nosotros aquí”.

Como señala el autor Terry Gould, la única manera de detener periodistas como Figueredo hagan su trabajo como periodista es matarlos. Un día - tan horrible como es contemplar - alguien podría tener éxito. Eso es tan motivador como cualquier cosa para asegurarse de que tiene todo el apoyo que podamos dar. Aún más importante, nos trae humildad. En una era de cinismo rampante sobre los medios de comunicación, hay un reportero solo en un rincón remoto de Paraguay prepara para dar su vida para informar las noticias.

 

Este es un texto publicado en el sitio www.cjr.org en inglés, escrito por el periodista Joel Simon, director del Comittée to Protect Journalist. El comunicador entrevistó a nuestro compañero Cándido Figueredo, quien será galardonado con el premio de la organización, a fines de noviembre en Nueva York. 

Texto publicado con permiso de la revista Columbia Journalism Review.