El fútbol es pasión pura. Es un escenario donde la euforia y la frustración se viven con intensidad, pero también es el reflejo de nuestras sociedades. Que existan hechos racistas en un estadio es inaceptable. Sin embargo, el racismo no es un problema solo de Paraguay ni del fútbol sudamericano. En Europa, pese a las constantes campañas de inclusión, los actos de discriminación siguen ocurriendo en sus ligas.
Brasil es un país con una sociedad diversa y una lucha incansable contra el racismo. La indignación es válida, pero, ¿hasta qué punto es auténtica y cuándo se convierte en oportunismo?
En Paraguay, la realidad es distinta. No hay una comunidad “negra” significativa, por lo que el racismo no tiene la misma carga histórica que en Brasil u otros países. La discriminación en Paraguay suele estar más relacionada con lo social y económico que con lo racial. Esto no significa que no exista racismo, pero sí que se percibe de manera diferente.
Aun así, los paraguayos hemos sido víctimas de desprecio en varias ocasiones, especialmente por parte de brasileños y argentinos. Se nos ridiculiza nuestro acento, nuestra cultura y, dentro del Mercosur, muchas veces se nos trata con menosprecio. Paradójicamente, el paraguayo rara vez responde con la misma furia. Nuestro carácter hospitalario y capacidad de aguantar sin victimizarnos, nos diferencian.
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Lo que llama la atención es cómo Brasil usó este incidente para marcar una supuesta superioridad moral. Exigieron sanciones duras, se vinculó el tema con políticas y se intentó colocar al paraguayo como el villano de la historia. No se trata de justificar el acto del hincha, pero sí de preguntarse por qué este caso generó tanto escándalo cuando en el fútbol brasileño los episodios de racismo son frecuentes y a veces quedan impunes.
Las sanciones a Cerro fueron ejemplares, pero ¿se aplicará el mismo rigor cuando el racismo ocurra en Brasil u otro país? Ahí está la contradicción.
La lucha contra el racismo debe ser inteligente, no una herramienta de superioridad moral ni de oportunismo. Paraguay sí debe generar más conciencia sobre la discriminación. Pero Brasil también debe mirarse a sí mismo y preguntarse si su indignación es real o selectiva. La hipocresía es tan dañina como la discriminación misma.
jose.peralta@abc.com.py