Luego de que una comunidad indígena se instala en Asunción u otra ciudad metropolitana, probablemente ocupando alguna plaza, el regreso a sus tierras deja varias huellas en las zonas citadinas. No solo hablamos del deterioro de los espacios donde habitó el grupo, sino que nos referimos a aquellas personas que quedan en los suburbios y sobreviven en condiciones infrahumanas.
La imposibilidad de subsistir en su tierra ancestral suele ser el factor que arrastra a alguna comunidad a las zonas más pobladas del país para instalarse o manifestarse pero, aunque la mayor parte de estos grupos carece de una vida digna, existe un subgrupo aún más maltratado. Varios niños indígenas son obligados a mendigar por las calles, viviendo en adicción a cola de zapatero; también, muchas pequeñas y adolescentes de estas sociedades étnicas son inducidas a la prostitución y explotación sexual.
El caso de la niña indígena de 14 años que fue encontrada maniatada, drogada y con rastros de abuso, en un lugar abandonado del centro de Asunción, solo es uno de los deplorables sucesos que ocurren constantemente en la ciudad. La niña, quien había venido desde Canindeyú hasta la capital, acompañando a su comunidad en una manifestación, ya tiene un historial largo como víctima de explotación sexual y consumo de estupefacientes.
El viceministro de Protección Integral de la Niñez, Eduardo Escobar, mencionó que es difícil tratar con niñas como ella, ya que pegan, muerden, se escapan o saltan del vehículo cuando se intenta abordarlas. Esta situación no tendría que desalentar a las autoridades ni a la sociedad, haciéndonos pensar que es imposible solucionar este problema, sino que debe concientizarnos sobre cuán grande es el desafío de reinsertar a personas esclavas de la vida callejera y hacernos saber que se necesita más capacitación en ese ámbito para obtener resultados.
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Aunque son muchas las dificultades por las que pasan estos chicos de comunidades indígenas, no representan un tema nuevo; sin embargo, la sociedad ya no debería ver este escenario con los brazos cruzados. El camino hacia una mejor vida para la menor indígena que fue maniatada, así como para muchísimos niños y niñas que sobreviven entre cola de zapatero, limosnas y prostitución, requiere mejores medidas de acción y estrategias de parte del Instituto Paraguayo del Indígena y del Ministerio de la Niñez y la Adolescencia.
Por Eliseo Baez (17 años)
