El Señor de la Bolsa jamás existió, solo fue una mentirilla paterna

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Poner tu diente bajo la almohada para que el ratón Pérez te dejara dinero era toda una tradición. Hoy sabés que este animal no tiene un peso partido por la mitad. Además de esta, ¿te acordás de otras mentiras que te dijeron tus papis cuando eras pequeño?

Antes, nuestros padres nos hacían creer unas cuantas mentirillas para evitar que nos disgustáramos con una respuesta más directa. Por ejemplo, en lugar de explicarnos claramente que no nos comprarían el juguete que tanto queríamos, nos decían “mañana vamos a ver”. Lógicamente, al día siguiente ya nos olvidábamos de la muñeca o el coche a control remoto.

¿Te acordás de la desesperación que sentiste cuando rompiste algo? Antes que asumir la culpa como una persona valiente, preferías callar para evitar que el chicote te sacara unas cuantas lágrimas. Pero mamá siempre terminaba enterándose de todo y con una voz súper comprensiva afirmaba: “Decime la verdad, no me voy a enojar”. Lastimosamente, tu sinceridad no te salvó el pellejo, porque tu mamá se convirtió en un furioso dragón después de escuchar tu confesión.

Seguro que también te causa gracia recordar la ilusión que sentías cuando le dejabas al ratón Pérez tu diente debajo de la almohada, a cambio de un poco de dinero. Ahora sabés que este animal se dedica a la búsqueda de comida y no tiene tiempo ni recursos para repartir plata a los niños.

De pequeño eras tan pila que tenían que amenazarte con el “Señor de la Bolsa”, quien te iba a secuestrar si no dormías de siesta, mientras que ahora darías todo por pasar el día entero en la cama. Cómo cambian los tiempos, ¿verdad?

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Cuando iban a un lugar, tu papá siempre te decía: “Ya estamos por llegar”, pero en realidad faltaban dos horas de viaje aún. Alcanzaban su destino y, justo en el momento en que empezabas a divertirte, tu mamá te comunicaba que ya emprenderían el regreso a casa. De nada te servía tratar de imponer tu voluntad, porque te desafiaban con que te abandonarían si no te apurabas para volver con ellos.

¡Cuántas mentiras y vos te las creías todas! Pero recordarlas te causan gracia, ¿o no?

Por Viviana Cáceres (19 años)