Las mil y una anécdotas de las personas enamoradas de los libros

Leer un libro es el inicio de un romance que puede dejarte extasiado o disconforme. Prestar tu texto favorito y que no lo devuelvan, enamorarte de un personaje e incluso llorar son algunas experiencias de los amantes de las historias selladas en papel.

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¿Cómo viajar a diferentes rincones del mundo sin salir de casa? Una cita con tu libro favorito y el sabor de un frío tereré es la respuesta. Aunque no todo sea color de rosa, ya que pueden presentarse algunos problemitas con el “vuelo”.

Después de pasar horas y horas en la librería consultando precios, salís apenado por el elevado costo de la obra que tanto anhelaste. Pasa el tiempo y, tras comprarla con tus ahorros y esfuerzo, se inicia un vínculo intenso.

Así como existe el romance a primera vista, sucede lo mismo con el amor “a primera lectura”. Seguramente, recordás aquel libro cuyo contenido te atrapó, haciéndote perder la noción del tiempo. Con determinación, repetías la falsa promesa de “un capítulo más y me duermo” hasta altas horas de la noche, a sabiendas de que, a la mañana siguiente, las ojeras y los bostezos te esperarían a la vuelta de la esquina.

A medida que avanza la historia se presentan momentos perturbadores, como la muerte de un personaje. Las lágrimas ruedan por las mejillas cuando las líneas describen las últimas horas de aquella persona. Pese a que se trate de una figura ficticia, es difícil explicar eso al corazón.

Por otra parte, un protagonista puede enamorarte y hasta parece una locura amar a alguien que está atrapado en un libro. Generalmente, las sagas juveniles de nuestra época comprenden historias románticas; las escenas cursis predominan y los suspiros se intensifican.

A veces, cuesta bastante mantener la concentración y más aún cuando las actividades laborales y los estudios se imponen; por ello, suele pasar que estás tan distraído a la hora de la lectura que tenés que releer algunos párrafos.

“Es pecado comenzar a leer un libro sin antes haber acabado el anterior”, sostienen algunos. Duele decirlo, pero hay que decirlo: muchos materiales no fueron de tu agrado y, mientras intentabas darles una oportunidad, descubrías que “la relación no iba a funcionar”. Esto nada tiene de malo, de modo que, si un libro no captura tu cariño, decile stop. Nada más tedioso que leer por obligación.

Otra situación fastidiosa es cuando prestás tu ejemplar favorito y el día de la devolución no se concreta. “Disculpame na, me re olvidé, el lunes te traigo sí o sí", señala una típica excusa. Mejor no pudo haberlo dicho el novelista alemán Theodore Fontane: “Los libros tienen su orgullo; cuando se prestan, nunca vuelven".

Todas estas experiencias, ya sean buenas o malas, son habituales en aquellos que disfrutan del placer de la lectura. En alusión a Matilda, la popular niña mágica, un fragmento de su película recoge esta idea interesante: “Los libros me dieron un esperanzador mensaje: No estás sola”.

Por Víctor Martínez (19 años)

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