Movilizarse en colectivo, el desafío de todos los días para llegar a destino

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Viajar en colectivo es toda una aventura, especialmente si te toca hacerlo en horas pico. Desde muy temprano, uno debe preparar la mente para encontrarse a personas con mochilas molestosas, escuchar el “más al fondo” del chofer y aguantar malos olores.

Si querés llegar a tiempo a la facultad o al trabajo, tenés que levantarte a las 5:00 h aproximadamente o incluso antes. Debés ducharte lo más rápido posible, vestirte y salir corriendo hacia la parada de colectivo mientras tomás un café lo suficientemente caliente para que te levante el ánimo para el resto del día.

Una vez que llegás a la parada establecida, generalmente, te pasan de largo dos a tres transportes públicos por estar repletos de pasajeros. De lejos ves que por fin se acerca la línea 30, pero justo es el bus diferencial y vos tenés apenas 2.200 guaraníes en la mano; a regañadientes, decidís reducir el presupuesto que tenés para tu almuerzo y te subís al colectivo con aire acondicionado.

Ya en el ómnibus, le pasás al conductor el importe de 5.000 guaraníes sabiendo que solo te van a devolver una monedita de mil. Resignado, pasás por el molinete y te encontrás con un mar de personas, la gran mayoría con caras somnolientas y algunas con mal olor.

Ya estás acostumbrado a viajar parado, apretujado como una sardina, y a tener que soportar de todo un poco mientras esperás llegar a tu destino; casi siempre te cruzás con el señor de la mochila que molesta a todos los que tratan de acatar las órdenes del chofer de “ ir más hacia el medio, que aún hay lugar”. Tampoco falta la señora que empuja a todos con tal de conseguir ese asiento recién desocupado.

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Siempre están presentes las personas que ofrecen su deliciosa chipa con cocido; mucha gente se muestra ansiosa por comprar ese desayuno popular. El vendedor, dotado de experiencia, es capaz de servir la tradicional bebida sin derramar nada a pesar de los baches que sacuden al ómnibus.

Entre empujones y codazos, visualizás a una vieja amiga de colegio y la saludás; charlan un poco y mientras se ponen al tanto te das cuenta de que ya pasaste tu parada y vas a tener que caminar cinco cuadras más.

Te despedís de tu conocida y te apresurás hacia la puerta, tocás el timbre pero el mismo no funciona; no te queda otra opción que silbar para que el conductor sepa que querés descender del bus. Cuando por fin lográs bajar, te percatás de que te encontrás a unas ocho cuadras de distancia y te quedan solo cinco minutos para marcar tu hora de entrada en el trabajo.

Caminás rápido, aunque sin ganas, para llegar a tiempo de todas formas, deseando que las autoridades nacionales tomen las medidas necesarias para que todos puedan transportarse de un lugar a otro cómodamente. Lo más triste de todo es que sabés perfectamente que en tan solo unas horas más tendrás que pasar por lo mismo y, así, la historia se repite día tras día.

Por Fiona Aquino (18 años)