A los costados de estrechas carreteras de un puñado de municipios de Querétaro, las dulces frutas dan vida a vinos tintos, blancos, rosados y espumosos, todos orgullosamente mexicanos. Pese a que actividad se inició hace no más de 30 años en el estado, la treintena de viñedos, en su mayoría familiares, de esta tierra de microclimas han logrado posicionar a Querétaro como el segundo productor de vino en México (después de Baja California) y lo han hecho con un secreto: tratar a la vid y a su producto como un hijo.
"El vino es un ser viviente, así como uno nace y va creciendo. Se parece al hijo, si desde chico lleva buena dirección te va a dar buenos resultados”, afirma Alberto Rodríguez González, fundador de la vinícola Santiago Apóstol. Desde los municipios de Cadereyta, San Juan del Río, Tequisquiapan, Ezequiel Montes, Colón, Huimilpan y El Marqués surgen cada año 3,5 millones de botellas de vinos desde jóvenes hasta añejos, dulces o secos, de 180 etiquetas.
Todos cargan a cuestas una historia personal, familiar y empresarial que se ha construido con pasión, inteligencia y tiempo en las 500 hectáreas sembradas con vid. “El vino desde que nace tienes que dirigirlo. Uno se va identificando desde cuando plantas. Es toda una vida y un conjunto en la familia”, agrega Alberto, rodeado de su esposa, hijos y las barricas donde reposan sus vinos en su compañía fundada hace 20 años.
En la vendimia, la época de cosecha, realizan el despalillado y estrujado, fermentación alcohólica, prensa, fermentación maloláctica, trasiego, clarificación, enfriado, embotellado y envejecimiento en botella. Sin embargo, más allá de la metodología, transmiten la esencia de su pueblo: paciencia y pasión que aplican las principales vinícolas, como De Cote, La Terquedad, Cava 57, Donato, Z, Finca Sala Vivé, Amazcala, Hacienda Atongo, San Juanito, Tierra de Alonso, Del Marqués y Azteca, entre otras. “Un vino queretano se cata con orgullo, se siente calidad en el paladar, pasión y amor de lo que se hace en cada proyecto”, describe el gerente y sommelier de la Asociación de Vitivinicultores de Querétaro, Fernando Guerra Cardozo.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
La producción de vid a 1.900 metros sobre el nivel del mar y el ímpetu en su elaboración han dado frutos. En los últimos dos años (2018-2019) la región obtuvo 40 medallas por la calidad de sus vinos. Entre la larga lista de galardones se cuentan una Medalla de Oro en el Concurso Mundial de Bruselas 2018, llevado a cabo en Pekín, China, nueve Medallas Gran Oro en el Mexico Selection 2018, y Medalla de Oro y cinco de Plata en el Concurso Mundial de Bruselas 2019 en Aigle, Suiza. “Se trata de proyectos pequeños y grandes industrias, y en todos lo que queremos que se sientan la calidad y la pasión por lo que hacemos y por nuestra tierra ” , afirma Guerra. En las bodegas de gran altura y extensión, los tanques de fermentación, las prensas, las despalilladoras y los laboratorios se respira olor a campo y producto de la vid. Uno más de sus éxitos es haber logrado que el 80 % de su producción sea consumida por población nacional con orgullo y la proporción restante se vaya a Japón, Estados Unidos, España, Francia y Argentina. “Las personas de esta región son muy acogedoras; son personas que te reciben y el vino queretano puede decir lo mismo”, describe Javier Jurado Limón, chef ejecutivo del restaurante K’puchinos, en cuya carta 99 % de los vinos son locales.
Desde que el comensal llega a una mesa tiene ante sí una vasta recomendación de vinos que logran un maridaje con la barbacoa de borrego, las carnitas de cerdo, los chicharrones de res y las gorditas martajadas de maíz, platillos típicos.
Jurado, un entusiasta promotor de los viñedos, afirma que hay producción de vinos blancos con uvas tradicionales como chardonnay, viognier y le blanc; además de tintos con uva tempranillo y merlot. “Hay viñedos chicos con producción muy limitada, pero eso hace que el proceso de calidad sea extraordinario, por lo cual hay acceso a vinos de gran reserva”, señala.
Y ese éxito en la producción de la vid va de la mano con el turismo, que cada fin de semana recorre la llamada Ruta del Vino y del Queso, un camino por las bodegas de vino que abren sus puertas y los ranchos ganaderos que elaboran productos lácteos de calidad certificada.