Protágoras y su relativismo del conocimiento

Protágoras, el primer sofista, nació en Abdera, Tracia, sobre el mar Egeo, alrededor del 490 a.C. Vivió en Atenas y se dedicó a la enseñanza basada en el arte del discurso persuasivo, ejercitando a los jóvenes en las técnicas de argüir a favor de las dos caras de un mismo argumento.

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Defendió un relativismo del conocimiento y de los valores. Negó que existieran valores y verdades universales para todos los hombres. No hay verdades objetivas ni absolutas, puesto que las cosas son tal y como son percibidas por cada uno de nosotros. Este relativismo se aplica a todos los ámbitos de nuestra existencia.

En su obra sobre la verdad, conocida también como Discursos Demoledores, escribió: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son”.

LA RELATIVIDAD DE LA VERDAD

Su relativismo impide establecer un criterio de verdad, teniendo todas las opiniones la misma validez. El mismo manifiesta: “Por ejemplo, lo que para una persona sana es un sabor agradable, para un enfermo es amargo. ¿Está confundida la persona enferma?”. Protágoras dirá que para el enfermo, en su situación, la verdad es que el sabor es amargo.

Sin embargo, Protágoras difuminó la radicalidad de este criterio hacia una postura utilitarista: aunque todas las opiniones particulares tengan la misma validez, algunas son más ventajosas que otras. En el caso del ejemplo mencionado anteriormente, es ventajoso para el enfermo volver a reestablecer el sabor que tenían los alimentos antes de la enfermedad.

El relativismo de los valores implica que una misma cosa o acción puede ser buena para un hombre y mala para otro. Así, una acción puede ser mala o buena para una misma persona dependiendo de cada circunstancia, y en la medida en que ésta lo crea así.

LO ARTIFICIAL Y LO NATURAL

El término “nomos” significa para los griegos, ley moral y política, ya sea en forma de usos y costumbres recibidas de la tradición, como en forma de leyes formales y normas obligatorias que codifican la vida en comunidad, y que son respaldadas por la autoridad del Estado.

Por su parte, con el término “physis" los griegos denominaban a la naturaleza como principio que no depende de los aconteceres humanos, es decir, la naturaleza se rige por leyes universales y permanentes.

En aquella época, los términos nomos y physis, lo artificial y lo natural, eran considerados opuestos y mutuamente excluyentes. Las leyes de los hombres son fruto de un pacto, de un consenso humano y no fruto de un principio divino. Las leyes no son principios innatos, sino adquiridos con esfuerzo.

EL AGNOSTICISMO

Pues bien, aunque la ley sea meramente convencional y, por tanto, modificable, Protágoras defiende que hay que mantener las leyes que ya se poseen, si estas parecen buenas a la mayoría. La vida en comunidad es necesaria para la supervivencia de la especie humana y, sin leyes, nos veríamos abocados a vivir en un estado de naturaleza.

Protágoras fue acusado de impiedad y obligado a dejar Atenas. En su escrito “Sobre los dioses”, el sofista niega la posibilidad de un conocimiento de la realidad que vaya más allá de las apariencias sensibles: “De los dioses no puedo saber ni qué son, ni qué no son, ni qué aspecto tienen”, afirmó. Protágoras criticó las supersticiones y los ritos religiosos de su tiempo, pero mantuvo siempre una postura agnóstica y escéptica, aunque no atea.
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