Si de gobernabilidad se tratase...

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Nos ha llevado semana y media el debate sobre las visitas que hace el mandatario electo y especialmente el que ha hecho al expresidente Fernando Lugo.

La explicación de algunos voceros -desconocemos aún si oficiales u oficiosos debido a este incomprensible hermetismo de “visitas públicas con agendas privadas”- apuntan a la necesidad de generar un ambiente de gobernabilidad para la Asunción y puesta en marcha del futuro titular del ejecutivo.

Me asalta la duda acerca de la necesidad real de una “alianza parlamentaria” para un partido político que ha realizado una de las mejores elecciones - cuantitativamente hablando - de los últimos años, quedándose con mayoría propia en la cámara de diputados y a escasos cuatro votos para hacer lo propio en el Senado. Cuesta creer que la “gobernabilidad” dependa de estos acuerdos.

Me trajo al recuerdo, la conversación que tuve el gusto de mantener con el presidente del gobierno israelí Shimon Peres hace año y medio en Jerusalén.

El Premio Nobel, atendió a mi impertinente pregunta sobre cómo puede su nación mantenerse con una democracia basada en un sólido sistema de partidos en una situación de guerra - no declarada - y con tantas intrigas como las que él vivió en el pasado.

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Su respuesta fue tan pausada como sabia: “Hijo, primero debemos saber qué es un partido y luego conocer qué es un sistema de partidos. Un partido es un grupo de enemigos con un objetivo común, y un sistema de partidos es un grupo de amigos con objetivos diferentes. Esta es la manera en que nos controlamos, nos respetamos y nos impulsamos a ser mejores”.

Prosiguió manifestando: “el vicepresidente primero del Knéset (parlamento israelí) es árabe. Representa a los 1.200.000 ciudadanos árabes que viven en territorio israelí. Él apoyó abiertamente la causa de la creación de un estado palestino. Es un amigo dentro del sistema de partidos, con un objetivo diferente. Sin embargo, no es un peligro para el Estado ni para la convivencia pacífica. A esto llamamos gobernabilidad”.

La respuesta fue tan clara como pedagógica. En un país donde las instituciones funcionan, no puede existir crisis de gobernabilidad. Donde el ejecutivo administra, el parlamento controla y el poder judicial interpreta las normas - mal o bien, escandalosa o sobriamente, corrupta u honestamente - el problema no es de gobernabilidad. Es de valores democráticos y republicanos. El primero de ellos la transparencia y el libre acceso a la información pública, libre de interlocutores entre las decisiones de cúpulas.

La ciudadanía tiene el derecho - y los gobernantes la consiguiente obligación - de informar qué es lo que buscan en sus acuerdos para determinar finalmente si estos obedecen al sincero deseo de engrandecimiento de la nación o a la simple y franca seducción de arreglar con cargos sus problemas de apetencias personales internas.

El señor Cartes no tiene, ni por asomo, problemas de gobernabilidad.