23 de diciembre de 2025
Esperé que pasara la resaca de alegría post Papa para escribir este artículo, porque no quería estar influenciado por la fuerza de la experiencia de su paso por nuestro país. Así que si bien puede parecer un poco a destiempo, mi propuesta se presenta ahora con mayor exención, y más objetividad. Empecemos con una anécdota.
Aunque parezca muy sencillo, la capacidad de “prestar atención” es actualmente una de las competencias más buscadas por las empresas en sus ejecutivos, y una de las áreas de entrenamiento que mayor desarrollo ha tenido en los últimos años. Y no es por menos: el modelo de civilización occidental, saturado de estímulos, hace que la simple tarea de estar atento sea uno de los grandes desafíos del siglo XXI.
Si yo ganara un dólar por cada empresario, director o gerente de Recursos Humanos que me pidió un “curso de motivación” para su equipo, ¡ya sería millonario! Puedo enseñar a una empresa como motivar a su gente, pero no puedo motivar a un equipo de manera sostenida y efectiva en un “curso”. Motivar es uno de los grandes desafíos gerenciales de nuestro tiempo, algo que necesita un proceso con bases sólidas. Y la justicia es uno de sus pilares.
Se fue Robin Williams, uno de mis preferidos. Genio de la alegría, murió de tristeza, como pasa a tantos con alma de payaso. Williams era un “embajador de la metys”, la inteligencia astuta y positiva, y cuando hablaba desde él mismo era aún más ocurrente, más elocuente y mucho más divertido que sus personajes. Lo voy a extrañar.