Normalmente no escribo sobre política, aunque considero fundamental la libertad de expresión que nos brinda la democracia. Pero voy a hacerlo porque en este caso la política de Brasil tiene influencia directa y decisiva sobre el tema del blog: negocios bien hechos, con otra inteligencia.
Lo que voy a intentar explicar es lo que llamo “La Teoría del Takurú”, de la cual me hago responsable: cuando un partido, de la tendencia que sea, está en el poder por mucho tiempo, la regla demuestra que se conforma un enmarañado de corrupción e impunidad difícil de destruir. Suelo comparar ese efecto a un nido de termitas (en Guaraní, takurú) de esos que se ven en los campos al costado de la ruta: grandes bloques que se van erigiendo y se hacen más y más sólidos, poderosos y resistentes con el pasar del tiempo, al punto de que difícilmente puede uno librarse de ellos.
Los kupi’is hacen lo que nacieron para hacer: devorar todos los recursos disponibles para sobrevivir y fortalecer la colonia. Los politiqueros en el poder, vía de regla infelizmente, hacen lo mismo en nuestros países subdesarrollados: en lugar de administrar la “res pública”, la devoran con hambre y eficiencia notables. Y las sobras, las dan al casero (no me resistí, perdónenme…).
Generalizando, fue lo que hizo en Brasil el Partido de los Trabajadores, el PT, en los últimos 12 años. Antiguos propietarios de la moral y guardianes de la honestidad, grandes oposicionistas por vocación, luciérnagas transformadas en termitas, se perdieron al llegar al poder. Mientras Luis Inácio Lula da Silva ejercía globalmente sus dotes de empático orador, desarrollados durante su gestión como líder sindical, sus lugartenientes más importantes organizaban el “PTakurú”.
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Algunos notables del partido tales como José Dirceu y José Genoino, ex revolucionarios defensores de la libertad y de los derechos de los obreros durante la dictadura e inmediatamente después de ella, fueron protagonistas activos en el llamado “escandalo do mensalão”, empezando en las filas del gobierno y terminando donde deben terminar los corruptos: en la cárcel. Es que nuestros vecinos tienen al dios Xango, y una Justicia un poco menos politizada.
Pero el último gran robo está siendo develado en este momento, mientras un ex director de Petrobras y su “cambista amigo” hacen uso de la delación premiada para defenestrar los nombres y apellidos de un esquema de corrupción que garantizaba el desvío de, según dicen, 2% de todos los negocios de la más importante y globalizada empresa brasileña para las alcancías del PT. No se sabe claramente cómo esa información va a influenciar el voto de los brasileños el 26 de octubre, pero yo al menos sé cómo terminó de influenciar el mío.
Mi teoría se complementa diciendo que la única forma de luchar contra el takurú de la corrupción, es destruyéndolo con el voto y permitiendo que una “nueva especie” de termitas asuma el poder, tomando el cuidado de no dejar que ellos también, alimentados por los recursos del Estado y empalagados con tanta abundancia, construyan un nuevo termitero demasiado alto y fuerte. La idea no es nueva: mientras no podamos exterminar las sabandijas, elijamos una especie de termita por vez, creando una alternancia que las mantenga en un nivel aceptable, si se puede decir así, de poder.
¿Y qué tiene que ver todo eso con mi amor al Paraguay, y con los negocios? Bueno, más simple imposible: todo empresario sabe que, si le va bien a sus clientes, le va bien al negocio. Y considerando que el mercado brasileño es gran cliente de lo que producimos, el más grande en algunos rubros fundamentales, que le vaya bien política y económicamente a Brasil es muy importante para nuestras empresas. Y empresas prósperas generan empleos, que generan calidad de vida y dignidad.
Lo ideal es no depender de un solo cliente, o de un grupo pequeño de clientes, pero mientras trabajamos a largo plazo para construir ese mercado diversificado, debemos cuidar el negocio a corto plazo, esperando que nuestros pocos clientes tengan gobiernos progresistas, integradores y, si no es pedir demasiado, lo más honestos posible.
Mi metys es: si tengo que elegir entre el sucesor de Fernando Henrique Cardozo y la sucesora de Lula, me quedo con Aécio. Quiero que le vaya bien al Brasil porque soy brasileño de nacimiento, pero también, y especialmente, porque soy empresario, y me siento paraguayo por adopción. ¡Ya es hora de derribar, en las urnas, la PTakurúpción!
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Posdata: debajo de este artículo, podrás encontrar una buena cantidad de opiniones serias y fundamentadas, racionales o emocionales, a favor y en contra de mi opinión, las que valoro, valido y respeto enormemente; y entremezcladas, posiblemente algo del plagueo contumaz de los “antiimperialistas” que repudian a los rapai pero pasan sus vacaciones en Camboriú. A ellos, todo el espacio que la democracia les garantiza, y mis más sinceros… qué sé yo… votos de feliz navidad y un próspero año nuevo.