20 de diciembre de 2025
Fin de la empresa futbolera… Sucesivamente quedamos al margen de Brasil y Rusia… Suma y sigue… Senderos sinuosos, temperaturas difíciles, campos minados, ¡Cuántos obstáculos!... imposibles de sortearlos. Para Brasil 2014 fueron llamados 71 futbolistas, para Rusia 2018 estuvieron convocados 45 jugadores, siendo reiterados 30 de ellos. Participaron de ambos procesos 116 atletas en total, viejos y nuevos. El camino a los dos mundiales fue titánico, jadeante y desvelador. A lo largo de dos años, la ronda clasificatoria no dio tregua a nadie, tediosa, prolongada y opresora. Tanto escalofrío para quedarnos al final, con un nuevo fracaso a cuestas.
El pacífico “rally de grafitis” encabezado por Paraguayo Cubas, sus amigos y cientos de adherentes, concluyó como estaba calculado, a puñetazos, a patadas, a codazos, a bastonadas y a todo tipo de “caricias” exhaladas del voluminoso repertorio policíaco. Todo el autoritarismo bravucón fue repartido en un solo acto, al solo efecto de producir disturbios y así poder abortar los reclamos continuos que vienen incomodando al stablishment, statu quo capitaneado por un tal Horacio Cartes.
Hoy, una víctima de la inquisición gubernamental, Paraguayo Cubas, preso en la cárcel de Ciudad del Este por “hacer lío” contra la corrupción oficial imperante, denunció desde la penitenciaría que más de 200 presos comunes ya han cumplido sus condenas, pero que aún siguen encarcelados por desidia, pereza y menoscabo. Y lo más importante de cuanto expresó, es aquella observación sobre la mafia estructurada para exprimir y luego abandonar a su suerte a los internos… como si fuera un campo de concentración nazi.
“Mea culpa”… HC estuvo el miércoles 3 de agosto en Misiones inaugurando sus célebres “obras de gobierno” y en su discurso culpó a la ANR por el largo abandono de la región norteña. Atribuyó al partido el fracaso de su lucha contra el EPP y además reconoció que la “Junta” dio la espalda a la gente por varios años… desde que están los falsos colorados, agregamos nosotros.
Cuando muere un intérprete, un compositor, un letrista, en fin, un músico; todos recuerdan y exponen maravillas de su persona, de su trayectoria y de su obra. Es un discurseo anecdótico, pasatista y por lo general cumplimentado, acongojados derraman lágrimas sobre el ataúd. Mientras, para el difunto representa la gloria, el descanso, la fuga de esta “cárcel” que experimentó en su corta vida. Su marcha es una bendición, un paraíso, un coro de ángeles; es la emancipación de sus atributos que inician el vuelo hacia el infinito. Es que el ejercicio de un arte vilipendiado, representó para él una verdadera esclavitud.