Las salinas
Félix de Azara en su manuscrito detalló qué eran las salinas, cómo se las explotaba, y dónde existían las mejores, en estos términos:
“Las Salinas de esta Provincia están en parajes bajos e inmediatos a arroyos, los cuales cuando se secan manifiestan en su superficie florescencias blancas que las gentes raspan con el revés de un cuchillo, o con un raspador hecho de cuerno. Amontonan las raspaduras a cubierto, porque si se moja se disuelve la sal y pierden su trabajo. Al gusto, dicha tierra raspada, parece que es toda sal. Llenan de ella una hilera de bolsas anchas de cuero, y echan agua sobre ella, por [el] agujero del fondo, y a esto llaman lixia [¿lixiviar?]. Repiten a ratos el echar agua, hasta que ésta saca poca sal, lo que averiguan por la mayor o menor inmersión de un huevo en la lixia. Al mismo tiempo preparan de greda unos cacharros, acomodándolos en unos hornillos mal hechos de lo mismo. Echan en el cacharro como un cuartillo de agua y la hacen hervir violentamente, cuando ven que se ha evaporado bastante agua, otra dosis de lixia, que de nuevo hierve, y así continúan hasta que el cacharro se halla lleno de sal”.
“Se nota desde el principio que a los lados del cacharro se va pegando una costra de sal menos blanca que la cristalizada en el centro; engruesa esta costra y se raja en muchos trozos el cacharro, sin que por esto se salga [la sal], porque la costra cerró ya las rajaduras. Las partículas heterogéneas de la lixia y [del] cacharro, elevadas con el vapor y la sal, son las que forman dicha costra, haciéndola menos blanca y más consistente que la sal del centro, de que se infiere que sería mejor la sal si se hiciese en cacharros de metal. Los Salineros, que son los más miserables de la Provincia, dicen que, si de una vez llenan su cacharro de lixia y hacen la evaporación, que la sal no les cristaliza. Es probable que jamás habrán hecho experiencia de lo que dicen. También aseguran que la sal hecha en Lambaré es la mejor, y que la hecha en otros parajes amarga, particularmente si hay exceso en la dosis. Atribuyen esta amargura a que la sal se halla mezclada con mucho salitre convertido en sal. Las principales Salinas se hallan en Lambaré, en el arroyo de las Salinas, en el Salado, y en el arroyo Surubiy. Vale en la fábrica a 2 pesos de plata [aproximadamente 1.400.000 guaraníes; 1 peso equivalía a 1 onza (27 gramos) de plata al 92% y actualmente, las monedas de plata acuñadas por el Banco Central del Paraguay, con un peso de ½ onza de plata .925, tienen un valor de 50 dólares al cambio del día] el quintal [46 kg.] y, a veces, más. Se consume en la Provincia y en Corrientes, no en grandes cantidades, porque la mayor parte de las gentes no la gustan”.
¿Dónde está el Arroyo de las Salinas?
Dicho arroyo -comentó Azara- se forma de la unión del Capiatá (porque viene de la ciudad del mismo nombre) con el Mbóiy, y muere en el extremo Norte del lago de Ypacaray. Esos arroyos en realidad, a poco de juntarse, desembocan en el arroyo de las Salinas, que no es otro que el Yukyry (Salmuera en español), actual límite natural entre los distritos de Luque y Areguá; en varios mapas antiguos aparece el arroyo de las Salinas, indistintamente, con los nombres de San Lorenzo o de Salinas Grande. Agregó nuestro naturalista que, como en sus orillas se beneficia la sal, el paraje que por él está regado se conoce como Valle de las Salinas.
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¿En cuántas ocasiones estuvo Azara en dicho valle?
Si nos guiamos por lo que consignó en su manuscrito, que abarca los años de 1784 y 1787, Azara estuvo en ese tiempo en cuatro ocasiones en el Valle de las Salinas y, al menos, en una en Areguá; resulta que, en la descripción de una de las aves que mató ahí consta que fue un 16 de diciembre, fecha que no coincide con la de su estadía en dicho pueblo (que fue el 2 de agosto de 1784).
Tampoco precisa Azara en cuál de las ocasiones que visitó esos lugares, salvo la referida mención del 16 de diciembre, mató aves para su colección. Repasemos lo que al respecto anotó en su manuscrito:
De vuelta de Villarrica (su primer viaje) Azara llegó a la casa de don Anselmo Fleitas (en las inmediaciones de Capiatá) y, luego, cruzó el arroyo de las Salinas. Esto fue el 4 de julio de 1784, la primera constancia de que transitó por dicho valle. También lo recorrió de regreso de la Cordillera (su segundo viaje); en esta ocasión arribó al pueblo de mulatos de Areguá (por primera vez) en la mañana del 2 de agosto de 1784 y, al día siguiente, fue hasta Capiatá. En tal oportunidad traspasó los arroyos Mbóiy y Capiatá, que forman el de las Salinas.
En su tercer viaje (retornando de las Misiones) volvió a hospedarse en la casa de don Anselmo Fleitas, el 24 de octubre de 1784, y al día siguiente atravesó el arroyo de las Salinas; y, durante el quinto (el que realizó por tierra a los pueblos de indios de San Joaquín y San Estanislao), anduvo nuevamente por las Salinas, el 31 de enero de 1786.
En la sección del manuscrito que lleva por título: “Demarcaciones y latitudes tomadas con motivo de salir al campo don Félix de Azara y don Ignacio Pasos” se lee, sin indicación de fecha alguna, cuanto sigue:
“Casa de don Pedro Benítez en las Salinas / 609. Al Oeste de ella, y pegado, corre el arroyo de las Salinas. Su latitud observada, lo mismo que la anterior, por mí es 25° 17′ 29″ y demarqué de ella el cerrito agudo de Areguá al Sur 60 31 Este”; y,
“Oratorio de San Roque en Tarumandy / 610. Al Este, y cerca, pasa dicho arroyo de las Salinas, desde ella se demarcó / El cerrito de Ybytipané Sur 33 16 Este / Isla Alta al Norte 47 14 Este / Casa vieja de don Antonio González al Norte 62 14 Este”.
Esas demarcaciones ¿las efectuó un 16 de diciembre, partiendo o llegando de Areguá?, podría ser.
¿Cuáles fueron las aves que Azara cazó en esos lugares?
Azara mencionó que, solo en el arroyo de las Salinas, vio al Ano guasu (Crotophaga major) y que, para matarlo, debió perseguirlo en varias ocasiones, lo que no le resultó fácil porque no se dejaba ver, ni en lo alto de los árboles, ni en descampado, sino que -comentó- “con advertencia particular se ocultaba en las mayores espesuras de los matorrales de donde me atisbaba para mudarse cuando yo intentará tomarle la vuelta”; además, agregó, corría “con mucha ligereza [entre] las ramas espesas”. Con paciencia pudo encontrar a dos y, luego, a una familia de cuatro o seis. Mató a un individuo de un fusilazo, lo describió y luego se lo comió; destaca que su carne le supo bien.
Otra ave que Azara solo vio en las Salinas, y a la que también mató de un fusilazo, fue un Tuja kue (Coccyzus cinereus). Le dio el nombre de Surucuá 2ª especie o Lomillo. El primero de tales nombres porque alguien le aseguró que “vivían en las islas de bosques y que era una especie de Surucua”; y, el segundo, por “la abundancia de plumas esponjosas y suaves que le nace del lomo”.
En sus Apuntamientos Azara señaló que vio a más individuos de dichas especies. A los Ano guasu los volvió a ver, al igual que el padre Noseda, pero jamás al Sur de los 27°; y, de los Tuja kue, dijo: “Hallándome por octubre en un pueblo de San Ignacio, de quien es cura mi amigo Noseda, matamos algunas parejas de esta especie, que dicho amigo jamás había visto”.
Una pareja de Kiri kiri’i (Falco sparverius) tampoco escapó a la escopeta de Azara en las Salinas; el macho, que mató al día siguiente al de la hembra, estaba comiendo algo que cogió del suelo, lo que facilitó el fin de su existencia. A esta especie, comentó Azara, la vio cuatro o cinco veces en las Salinas, pero siempre sola y parada en lo alto de los árboles para, desde ahí, atisbar su alimento.
Otra pareja, pero de Yrupero (Xolmis irupero), obtuvo Azara en las Salinas; los mató también de un escopetazo, aunque juntos.
En los bosques cercanos al pueblo de mulatos de Areguá, un 16 de diciembre, mató Azara a un pájaro del que nadie le supo dar noticia, por lo que le llamó Estremoso porque, refirió, “sus alas, cabeza, y cola, que son sus extremos, son negros, y lo restante blanco en sumo grado, y porque además dichos colores son extremos”. Era un Tuere guasu (Tityra cayana).
También, en los mismos bosques, cazó a dos individuos de una especie que, como la anterior, no le pudieron informar nada y, por tal motivo, Azara la denominó Picón coronado. Estos individuos eran unos Pitangua guasu (Megarhynchus pitangua).
A todos ellos, en las notas que siguen, se los presentará con mayores detalles.
