Con el partido empatado a 74 puntos y diecinueve segundos de posesión, el base serbio tiró de talento y sangre fría. Se hizo dueño del balón, lo botó con parsimonia, apuró el tiempo hasta el último instante y apuntaló al Olympiacos con un triple frontal que silenció la caldera en la que convirtieron el Stark Arena los miles de seguidores griegos que no pararon de animar a los suyos.
Hasta ese momento, el internacional serbio no estaba completando una de sus grandes tardes en su faceta de anotador. Su estadística personal solo reflejaba dos puntos en el primer cuarto y un total de ocho en la primera mitad, en la que estuvo en pista quince minutos, fruto de una solitaria canasta de dos puntos y un par de triples de los cinco que intentó hasta ese momento.
Tampoco destacó especialmente en el tercer acto, en el que sumó su tercer triple y un tiro libre, porque su gran momento estaba por llegar. Como en otras ocasiones, se guardaba lo mejor de su repertorio para el final. Una única canasta en los diez minutos decisivos, pero que fue la que valió el triunfo a los hombres que entrena Ergin Ataman.
El base serbio cerró su estadística con buenos números -15 puntos, seis rebotes y nueve asistencias- aunque lo que los aficionados recordarán es la sangre fría con la que el MVP de la temporada pasada decidió la semifinal sobre la bocina. La final del sábado es su próximo objetivo.
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