Aficionado a su querido Aborigen, infaltable en uno de los ingresos al “Rogelio Livieres”, así como en otros escenarios futboleros: “Donde está el fútbol, está Moto Pancho”, para munir a los asistentes con el popular superpancho y refrescos.
El ruido mundanal que se detiene los días domingos, o los fines de semana, para los fanáticos del fútbol, encontraba a “Torito” como una manera más de distenderse en la cancha, como tantas maneras hay, si nos detenemos a ver en las esquinas de las gradas con peculiaridades de los hinchas o de vendedores y ofertas “gourmet” de toda laya.
Podía faltar el árbitro del partido, mas no “Torito”, quien dejando un momento la cacerola con la salsa especial para la cocción de los panchos, y al lado el chimichurri, se acercaba al tejido lindero sur del estadio aborigen, para alentar, pescar por un gol aurinegro o sencillamente dirigirse jocosamente a los líneas y a los reporteros gráficos presentes.
La dedicación al trabajo fue su ropaje, humilde, sacrificado, últimamente había ido a Buenos Aires, Argentina, para ganarse el pan, antes de sorprendernos la noticia de esta repentina partida, dejando el biciclo en el garaje y en el baúl toda clase de anécdotas con sus amigos de la prensa y del sencillo hincha de fútbol. Paz en su tumba.
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