El primer sueldo y el cambio de vida del papá

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Con el lapacho amarillo de fondo, Nelson es custodiado por sus herederos.
Con el lapacho amarillo de fondo, Nelson es custodiado por sus herederos.Archivo, ABC Color

“Mi primer sueldo fue de 300 euros, cuando estaba en la juvenil. La play station costaba 500 euros. Pedí al presidente un aumento para comprarme un play station y una tele. Yo solamente tenía una cama en el internado donde estaba. Pero mi primera plata grande fue veinte mil dólares. Mi papá trabajaba de obrajero, con madera, como somos de Caaguazú eran rolleros y era peligroso porque yo perdí a mi primo hermano y mi tío quedó paralítico así. Entonces, mi promesa fue quitarle a mi papá de ese trabajo peligroso y darle algo que realmente le guste, como el campo. Vine con esa plata y le compré un terreno, setenta hectáreas, más veintidós cabezas de vaca. Ese fue un regalo”, revela Nelson Haedo, quien también jugó en España, Arabia Saudita, Grecia y Estados Unidos.

“En mi familia, hasta hoy día, si no trabajan se enferman. Crecieron así. Son personas que de nacimiento están para trabajar y yo lo tengo de ahí. Mi papá llegaba a las once de la noche de trabajar y estaba levantado a las tres de la madrugada para volver a salir a trabajar. Uno crece con la mentalidad de trabajar y que nada es regalado en la vida (…) Che ndahecharamói pe plata. Muchos futbolistas son egoístas y no gastan en sus padres. La otra plata grande que gané de la transferencia de 500.000 dólares vine a Coronel Oviedo y le construí una casa a mis padres. Gasté todo ahí. Yo gasto por la gente que quiero. La gente me reta por los regalos a mi señora, pero es un agradecimiento. El dinero, yo creo, también le enseño a mis hijos, que va a pasar siempre”, comentó el experimentado delantero.

“Considero que he cumplido. Como hijo no tengo nada que reprocharme, en vida trato de darle el máximo a mis padres y no simplemente en lo económico. Trato de estar con ellos. Con mi mamá escribimos todos los días. Si a las nueve o las diez de la mañana no le escribo, ya me llama a preguntar qué pasa. Somos más cercanos, cosa que nunca había pasado antes. Somos de generaciones totalmente diferentes. La generación de ella fue a palos; mi generación de niñez fue a palos, pero mi generación con mi hijos ya es de otro roce o trato. Mi señora me enseñó eso también. Yo venía de Europa cuatro o cinco meses después y le saluda a mi papá con un ‘mba’eteko’ y ya está. Entonces mi señora me decía ‘¿no le abrazás a tu papá?’ ‘¿No le das un beso a tu mamá?’ De niño nunca aprendí eso porque crecimos a palos. Entonces era raro, abrazarse y dar besos. Hoy sí nos abrazamos. Hay que tratar de agradecer en vida”, puntualizó.