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Cuando a la garra se le agrega juego
El panorama inicial no había sido para nada alentador. Fueron 15 minutos de gran desgaste, corriendo detrás del balón, intentando cortar los toques del rival y perdiendo la pelota se la recuperaba en forma inmediata.
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Con las piezas ajustadas, al tomarle el pulso a Brasil, Paraguay fue nivelando el juego hasta que llegó al verdadero gol de crack, marcado por Diego Gómez quien tras recepcionar un despeje de Marquinhos maniobró y remató con la cara externa del pie derecho (tres dedos). El disparo dio en el palo y se metió al arco custodiado por Alisson. Era apenas el segundo tanto en ocho partidos en estas las Eliminatorias.
La Albirroja ganó en confianza y a su tarea de contención, que la cumplió de gran manera, evitando los circuitos ofensivos auriverdes, le agregó poder ofensivo, proponiendo un duelo casi de golpe por golpe, que no había sucedido en el arranque del partido.
Gatito Fernández tuvo una primera etapa relativamente tranquila. La única ocasión clara de anotación de Brasil fue abortada casi de forma providencial por Alonso, ante el zurdazo de Arana. Una escuadra brasileña con grandes figuras que eran neutralizadas con fuerza, empuje, sintiendo el rigor de las fricciones, las entradas con determinación.
La fase complementaria tuvo su toque de dramatismo. Los visitantes apretaron y las salidas albirrojas prometedoras no fueron bien resueltas.
De todas formas, fue otra presentación menos apremiante de la esperada, por la magnitud del adversario que una vez más no pudo hacer su fútbol. Total mérito de Paraguay, de su conductor que además de potenciar anímicamente al grupo, le dio orden y poder en ataque. Al característico tranca y chute, que con Alfaro se da tiempo completo, se le agregó varios elementos, salidas punzantes, asociaciones, salidas rápidas y más.
Una victoria que permite volver a creer en nuestra selección, que necesitaba un ajuste de tuerca urgente y dio en el ojo con el volantazo para reencauzar el rumbo.
Matonte, con buen trabajo
La conducción de Andrés Matías Matonte (36 años) fue buena sencillita como hamburguesa sin huevo. El uruguayo no es un árbitro tarjetero, tuvo manejo de partido. Los albirrojos rasparon bastante, principalmente en los tramos iniciales del encuentro, exponiéndose a las amonestaciones. Recurrió a las medidas disciplinarias sobre el cierre del primer tiempo. Tres de las seis amarillas exhibidas en total fueron por reprobación de sus decisiones.