Argentina-Holanda, un clásico del fútbol

RÍO DE JANEIRO. Argentina y Holanda reeditarán en semifinales del Mundial otro capítulo de una rivalidad deportiva con sabor a clásico, pero mezclada con un fuerte tono político desde que la albiceleste logró en 1978 en casa su primer título mundial.

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El 25 de junio de 1978, el entonces dictador Jorge Videla —fallecido en prisión en 2013— levantaba sus brazos en señal de festejo desde su palco del estadio de River Plate, escenario de la final que Argentina le ganó a Holanda 3-1, mientras a solo diez calles de allí funcionaba el centro de torturas y exterminio de la ESMA de Buenos Aires, el más emblemático campo de concentración de la dictadura.

En esas vueltas de la historia, la hoy reina de Holanda, la argentina Máxima Zorreguieta, se casó en 2002 con Guillermo Alejandro, el actual monarca, sin que a su padre Jorge Zorreguieta se le haya permitido asistir a la fastuosa ceremonia por haber sido viceministro de Agricultura durante la dictadura. Tampoco asistió a la ceremonia de entronización de su hija como reina de Holanda, el 30 de abril de 2013.

“Cuando se jugaban partidos en River, depende cómo viniera el viento, nosotros escuchábamos cuando se gritaban los goles. Esto se mezclaba con lo que pasaba acá adentro, porque hubo un parate (en las torturas) por la presencia de la prensa extranjera”, recordó la periodista Miriam Lewin, que estuvo secuestrada en ese centro de torturas durante la dictadura (1976-83).

El régimen militar había imaginado al Mundial como una excelente oportunidad para publicitar una imagen de paz y tranquilidad en un país donde reinaba el terror. Periodistas extranjeros, sobre todo holandeses, comenzaron a dar a conocer al mundo lo que luego se sabría en detalle: 30.000 desaparecidos, según organizaciones humanitarias, en unos 300 campos clandestinos de detención diseminados en todo el país y miles de arrestados.

“El Mundial fue la más descomunal y genial campaña de propaganda de la dictadura militar y la única exitosa, porque la otra fue la de Malvinas”, dijo Lewin, coautora del libro “Ese infierno” y una de las pocas sobrevivientes del centro de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

La comunicadora se refirió a la guerra de las Malvinas que propició la dictadura en 1982 para intentar perpetuarse en el poder, aunque el fracaso militar marcó el principio del fin del régimen con la rendición de las tropas argentinas luego de 74 días de combates con Gran Bretaña en el frío archipiélago del Atlántico sur.

Por el campo de exterminio de la ESMA pasaron unos 5.000 opositores al régimen y apenas un centenar sobrevivió a las torturas, ejecuciones sumarias o a los ’vuelos de la muerte’, por los cuales cientos de detenidos fueron arrojados vivos al mar o al Río de la Plata desde aviones, según organismos defensores de los derechos humanos.

Una polémica aún persiste sobre las celebraciones de los triunfos de Argentina en el Mundial-1978 porque para muchos se trataba de un espaldarazo al régimen mientras arreciaba la represión y para otros de una válvula de escape de una sociedad agobiada por la situación política.

En el documental “Mundial 78, la historia paralela”, Estela de Carlotto, la titular de la entidad humanitaria Abuelas de Plaza de Mayo, relata que cuando sus familiares festejaban los goles argentinos mientras ella y su esposo lloraban por su hija y nieto desaparecidos, les decía: “Mientras ustedes gritan, se apagan los gritos de los torturados”.

En 2006, Máxima, entonces princesa, se reunió en silencio a pedido suyo con Estela de Carlotto, cuya organización recuperó a 110 hijos de desaparecidos robados por militares o allegados en la dictadura, una labor que tiene gran reconocimiento internacional.

“Fue una reunión muy positiva. Porque demostró que el tema de la violación a los derechos humanos no le es indiferente. Tiene mucha sensibilidad y me pareció muy inteligente”, dijo entonces Carlotto a la AFP en 2013 al trascender el encuentro.

El papel de los jugadores campeones del mundo en 1978, también estuvo en entredicho.
“No cabe duda de que fuimos usados políticamente, aunque no me siento parte”, dijo Ricardo Villa, integrante del equipo campeón del mundo en 1978.

Su compañero, Daniel Bertoni, autor de un gol en la final ante Holanda (3-1), sostuvo en tono autocrítico: “Ayudamos, porque gracias a que ganamos, ellos siguieron un poquito más en el poder”.

Argentina y Holanda se enfrentan el miércoles una vez más en un Mundial, pero en un contexto totalmente diferente: la mayoría de los responsables de la dictadura fueron juzgados y condenados a largas penas.

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