"No sé de dónde viene ese espíritu competitivo de los serbios. De algo genético, de nuestra cultura, de venir a un país marcado por los momentos difíciles en el que solo los más fuertes sobreviven. No pasa un día que no me pique por algo con mis dos compañeros serbios; Matija Nastasic y Darko Brasanac", explica.
"La gente de fuera piensa que nos peleamos día a día pero es nuestra forma de ser; discutir, ganar. Quiero ganar en un partido reducido, jugando a las cartas, jugando al ping pong, al baloncesto... a todo quiero ganar. Y me enfado mucho si pierdo, aunque no pasan más de cinco minutos y felicito al que me gana", añade.
De esta manera responde al tópico, como lo es también la facilidad de la gente nacida en su país para aprender idiomas: "A mí me gustan los idiomas y muchos balcánicos aprendemos muchos idiomas. En el momento en el que nacimos nosotros eran años duros en Serbia y siempre tenías como una opción para el futuro ir a trabajar al extranjero para conseguir una mejor existencia para tu familia. Además nuestra cultura es así, en el colegio desde pequeño tienes el inglés como obligación. Yo encantado de aprender varios".
"Donde vas tienes que empezar a aprender el idioma, en España o en cualquier otro país. Para mí es una obligación y una cultura, porque te ayuda a adaptarte, a comunicarte con la gente. Y la comunicación es todo, es la base. Hay que intentar aprender unas palabras básicas y luego mejorar día a día todo lo que puedas", opina sobre la que considera una herramienta clave para adaptarse a un nuevo país.
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Pese a ello no pierde de vista su lugar de nacimiento y los ídolos deportivos que este ha dado, como Novak Djokovic o Nikola Jokic: "Los dos son ejemplos para nosotros y yo soy muy fan de ambos. Son muy diferentes. Djokovic es un campeón que lleva toda la carrera en lo más alto, un ejemplo a nivel físico, a nivel mental; es un deportista ejemplar. Jokic, para mí, es el mejor jugador de baloncesto del mundo. Un atleta atípico que no tiene un físico privilegiado pero la está rompiendo en la NBA, con todos los jugadores marcados de músculos y altos".
"Djokovic demuestra cómo tiene que comportarse un profesional y Jokic que el físico no hace todo, que si tienes la inteligencia deportiva bien dominada, si con la cabeza interpretas todo 3 ó 4 jugadas antes, puedes romper. Los pongo a los dos en lo más alto y estoy agradecido de tenerlos como compatriotas", agrega.
De hecho el baloncesto es un deporte con el que disfruta: "No probé con él. Probé con el voleibol, entrenaba mucho. Pero cuando llegó el momento de dedicarme a algo, me dediqué al fútbol porque me gustaba más, aunque también jugaba muy bien el voleibol. El baloncesto me encanta, juego con los colegas, pero nunca probé a ser profesional. Por altura sí que podía entrar, pero estaría entre los más pequeños de la selección serbia. Son gente muy alta y muy coordinada y yo soy normalito al baloncesto".
Esa envergadura es una de sus principales características como portero: "De pequeño sí era de los más altos de la clase. Ahora hay porteros y jugadores que miden más de 1.90, estoy entre los altos pero no entre los muy altos. La corpulencia mía siempre ha sido así, me gusta trabajar todo en función de lo que me va a ayudar en la portería. Hay porteros diferentes y mi físico es así; porque le doy mucha importancia para mañana ser más rápido, más veloz y más fuerte".
Otra de ellas es su golpeo, que le convierte en un gran sacador de puerta y le ha llevado a marcar incluso goles de penalti: "El portero tiene sus virtudes y sus debilidades, pero siempre tiene que adaptarse al estilo de juego del equipo. Tengo un buen golpeo en largo y en corto, pero depende de la función del equipo. El fútbol cambia, desde niño se da mucha importancia el juego con los pies, pero luego eso tiene que ser útil para el equipo. El portero, primero, siempre tiene que saber parar, transmitir seguridad. Luego todo eso es algo extra, aunque siempre es muy importante manejarse bien con los pies".
Todo ello lo completa con una mentalidad de hierro: "Un partido no es como una guerra, pero yo soy muy ambicioso y cuando sales al campo de fútbol tienes que tomarlo no vida o muerte, pero sí salir muy serio y no tener temor y miedo de una posible lesión, de un posible golpe. No pasa nada por un golpe, por sangrar un poco, no hay que temer meter la cabeza enfrente de una pierna. Cuando se sale al campo, al entreno, al fútbol; mi pensamiento es que no hay que no dejarse guardado nada".
Asentado ya en su actual destino su futuro pasa por España, al que define como "un país maravilloso": "No pensaba que iba a estar diez años seguidos aquí. Estoy agradecido de poder vivir y jugar aquí, me encuentro genial. Lo lógico es que incluso cuando termine mi carrera me quede por aquí a vivir. Estoy encantado de estar en un país maravilloso, en una de las ligas top del mundo. Disfruto del día a día".
