Si ha habido una dedicada embajadora de la rica cocina del país asiático ha sido la estrella chino-americana de los juegos, Eileen Gu.
La también modelo, que compite por China, lo mismo repone fuerzas en las pistas comiéndose a mordiscos un jiucai hezi, una suerte de panecillo relleno de cebollino y huevo, que sube a sus redes fotos dando cuenta de los tradicionales jiaozi (empanadillas al vapor o dumplings).
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A otros atletas como la ‘snowboarder’ estadounidense Tessa Maud les ha seducido igualmente la comida de los anfitriones y han compartido vídeos disfrutando, palillos en ristre, de pollo Kung Pao -gonbao jiding en mandarín-, el famoso pato laqueado pequinés o arroz frito, mientras la esquiadora nipona Anri Kawamura alabó la comida de la villa olímpica.
La también estadounidense Julia Marino aseguró a medios de su país que desde que llegó a la capital china habrá engullido “unos doscientos dumplings” con el mismo fervor con el que la maltesa Jenise Spiteri devora tradicionales panecillos al vapor o baozi, otro clásico de la cocina china.
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Pero no todo son paladares satisfechos estos días. Miembros del equipo surcoreano se quejaban de que la comida era demasiado grasienta, y periodistas occidentales han protestado por lo que consideran precios demasiado elevados de la cantina, en especial para la calidad de los menús que se ofrecen.
Ante cualquier crítica, en estos muy politizados Juegos Olímpicos un ejército de medios estatales chinos ha estado preparado para saltar presto a despejar balones y la cuestión gastronómica no ha sido una excepción.
Tomates solitarios y juegos del hambre
Así, a un informador que desde dentro del circuito cerrado compartió una foto de unos aparentemente tristes espaguetis con un solitario tomate cherry se le acusó de usar filtros fotográficos poco favorecedores para tratar de denigrar la cita olímpica.
Y a atletas y medios británicos que osaron decir que la comida en Pekín 2022 no era buena y equipararon el evento a la popular serie “Los juegos del hambre”, les replicaron con sorna que la gastronomía de su país es aún peor y no se quejan tanto.
Según el cocinero jefe del restaurante que sirve a los deportistas en la villa olímpica de Yanqing, Yang Chen, el menú rota cada ocho días y se compone de un 30 % de platos chinos y un 70 % de occidentales, con el cordero, la ternera, el pato y los dumplings como preparaciones más solicitadas, según declaró al diario oficialista Global Times.
La organización de los Juegos también tuvo que asegurar que la carne que se sirve es “del todo segura”, después de que la Agencia Antidopaje alemana recomendara en enero a sus deportistas que no consumieran este tipo de alimento en Pekín por el riesgo de que contuviera sustancias no permitidas.
La coctelera mecánica
Más allá de los gustos y disgustos, los asistentes a los Juegos han visto, como comensales, un derroche de tecnología al servicio de las medidas antipandémicas.
Las imágenes de brazos robóticos que lo mismo sirven el menú en la cantina que mezclan un cóctel para relajarse tras la competición han dado la vuelta al mundo, aunque también lo han hecho las del personal de la “burbuja” haciendo lo propio ataviado con trajes protectores.
Ante todas estas polémicas culinarias, el ‘snowboarder’ suizo Nicolas Huber se llevó aplauso y ovación cerrada del público local cuando espetó: “No sé de qué se queja la gente. Es un país diferente, ¿qué esperaban? Creo que algunos están demasiado mimados”.
