Pogacar, la admiración, la arrogancia, la sospecha

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Luis Miguel PascualMontpellier (Francia), 21 jul (EFE).- A falta de una semana para el final del Tour de Francia, el esloveno Tadej Pogacar ha acabado con todo el suspense, lo que ha permitido instalarse en el pelotón un triple sentimiento: la admiración, la arrogancia, la sospecha.

Entre los que se felicitan de estar viendo con sus propios ojos a un ciclista extraordinario que marcará una era y aquellos que consideran que su insaciable hambre de victorias convierte el Tour en un monólogo, empiezan a desatarse las lenguas de quienes colocan sobre el esloveno la sombra de la duda.

En un deporte que ha sufrido durante años el yugo del dopaje, del que parece que en los últimos tiempos había conseguido deshacerse, las gestas del campeón del mundo arrastran conjeturas.

"No se veía algo así desde mi época", aseguraba a la radio RMC Sports el exciclista Sandy Casar, que estuvo en el pelotón en los años de Lance Armstrong.

Son pocas las voces que dicen en alto una sospecha que ronda todas las cabezas, pero que no tiene ningún sustento para apoyarse, más allá de los precedentes que existen en el deporte.

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Otros prefieren quedarse con la admiración que levanta un ciclista que corre de forma más espontánea que en épocas pasadas, lo que atrae a la afición y regenera el ciclismo.

Marcar una era

Es el caso de Bernard Hinault, que en una reciente entrevista con EFE aseguraba que la forma de correr de Pogacar "llega al espectador, trasmite espíritu de competición", y se mostró convencido de que "marcará una era".

Una opinión que comparten muchos en el pelotón, que creen que el esloveno ha sido "un soplo de aíre fresco" para el ciclismo, que ha llevado a muchos aficionados a subirse al carro de su empuje.

El propio director del Tour, Christian Prudhomme, confiesa que la generación que lidera Pogacar augura "años gloriosos" y compara su rivalidad con el danés Jonas Vingegaard con la que durante años mantuvieron en el tenis Rafa Nadal y Roger Federer.

Solo que, cuando el escandinavo no está a la altura, el Tour queda algo descafeinado, sobre todo porque Pogacar y su equipo no parecen dispuestos a repartir el pastel.

"No hay hueco para los demás, los que hemos venido para ganar una etapa lo tenemos complicado", explica el director del Cofidis, Cédric Vasseur, que sentado en la mesa del restaurante de su hotel durante el descanso repasa en su teléfono las etapas que quedan hasta París.

El UAE acapara casi todo y cuando no es el propio Pogacar el que gana envía a su lugarteniente Tim Wellens a hacerse con la victoria, como sucedió este domingo en Carcasona.

"Esto genera mucha frustración y mucha decepción", señala el exciclista francés, que no recuerda un dominio de esa índole.

El esloveno asegura que no está en el pelotón para hacer regalos y no oculta que, aunque su prioridad es defender el maillot amarillo hasta el final, hay metas que le tienden la mano, bien por su carácter icónico, como el Mont Ventoux que se subirá este martes, bien porque en el pasado sufrió en sus rampas, como ya sucedió en Hautacam y sucederá en el Col de la Loze el jueves.

En el horizonte figura también igualar el récord de ocho victorias en una misma edición que comparten Charles Pélissier (1930), Eddy Merckx (1970 y 1974) y Freddy Maertens (1976).

La dominación del UAE asfixia un poco a otros equipos, acostumbrados a que las hegemonías del pasado les dejaran algo más de margen. Porque, además de buscar el Tour, el esloveno extiende su manto a carreras más pequeñas, a las clásicas más prestigiosas, allí donde otros equipos en el pasado podían asentar su supervivencia.

En lo que va de temporada, la formación emiratí, cuyo presupuesto ronda los 60 millones de euros (aunque algunos lo elevan a 80 millones) ha sumado ya 65 triunfos, lejos del segundo, el Lidl-Trek con 34.

Los más modestos tienen que rebanarse los sesos para encontrar los puntos necesarios para seguir en la élite del ciclismo y para convencer a los patrocinadores de que sigan confiando en sus equipos.

Ajeno a esas luchas, Pogacar defiende que le pagan por ganar y no por hacer regalos a sus rivales, una actitud que asume incluso aunque eso le haga perder amistades dentro del pelotón.

"Si desperdiciara ocasiones, mi equipo no estaría contento. No le puedes decir no a una oportunidad en el Tour. Y si al final de mi carrera no me hablo con el 99 % del pelotón, pues me centraré en mis amigos y en mi novia", dijo el esloveno tras lograr en Peyragudes su triunfo número 21 en el Tour, algo que nadie había conseguido con 26 años. FE

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