Y Montmartre fue una fiesta

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Rafael Cañas París, 27 jul (EFE).- Una auténtica fiesta. Así ha sido el paso del Tour por la mítica colina de Montmartre, símbolo del París bohemio y de los artistas, pero ya también con un pequeño espacio en la historia de la ronda ciclista francesa.

En la histórica subida adoquinada de la rue Lepic, al pie del molino de la Galette que pintaron los impresionistas y a pocos metros de donde vivieron Vincent Van Gogh y otros artistas de leyenda, miles de personas disfrutaron a lo grande de la más famosa de las carreras ciclistas.

El paso por tres veces del pelotón siguió el esquema de la prueba de ciclismo en línea de los Juegos Olímpicos de París del año pasado, que congregó a cientos de miles de personas por los diversos tramos de la colina.

Y hoy, en la última etapa de la prueba ciclista más importante del mundo, el entusiasmo fue aún mayor.

Una multitud entregada. a pesar de las horas de espera de pie y a la que la lluvia que caía a ratos no apagaba el fervor, jaleó con pasión a toda la caravana.

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Entonaron todo tipo de canciones en apoyo a los ídolos franceses, como Julian Alaphilippe o Kévin Vauquelin, que tenía incluso una enorme pancarta especial dedicada para él.

Pero también a un ilustre, Thibaut Pinot, el combativo ciclista retirado hace ya dos años pero que sigue muy dentro del corazón del aficionado francés.

El primer paso por Montmartre, con una escapada pero el pelotón bastante agrupado, se convirtió en una ovación continuada de varios minutos mientras pasaban todos los ciclistas.

Para el segundo, la intensidad subió a pesar de la lluvia y los espectadores ovacionaban con pasión a los ciclistas que pugnaban por superar la cuesta tras miles de kilómetros por las carreteras francesas.

Y el tercer paso ya fue el delirio. Sabedores de que era el último momento, las miles de personas se entregaron ya de manera definitiva.

Las ovaciones de ánimo eran aún más fuertes para los más rezagados, en un pelotón que pasó ya dividido en varias decenas de pequeños grupos o unidades aisladas.

Los ciclistas correspondieron de forma consecuente: varios hicieron caballitos cuesta arriba, otros chocaban las manos con los espectadores, otros más jaleaban con los brazos al público y uno hasta se quitó los guantes y los lanzó a los espectadores.

El público, totalmente rendido, chocó manos con los ciclistas, con los policías en moto, con el personal de los coches de los equipos, desde donde les regalaron botellas, y hasta con algunos fotógrafos.

"El año pasado fue increíble pero hoy ha sido más especial", explicó a EFE un aficionado poco después de que el último vehículo hubiera pasado ya en dirección a la basílica del Sacre-Coeur (Sagrado Corazón).

El director del Tour, Christian Prudhomme, valoró muy positivamente la respuesta popular a esta novedad en la etapa final del Tour, que hoy cumplió el 50º aniversario de su ya clásico final en los Campos Elíseos.

"Lo hemos seguido con Anne Hidalgo (la alcaldesa de París) y estábamos todos muy impresionados. Bajamos la ventana (del coche) para escuchar el sonido. No escuchaba nada más que los gritos de la gente", describió Prudhomme.

Preguntado acerca de si el Tour volverá a Montmartre, Prudhomme se mostró cauto pero sin descartarlo: "Hay que verlo con más tranquilidad pero ¿por qué no?".