Crouser, triple medallista de oro olímpico y plusmarquista mundial con 23,56 metros, regresó a Tokio para defender su título a pesar de no haber competido esta temporada.
El año pasado ganó su tercer título olímpico consecutivo en París, una hazaña que repitió en los Mundiales de Tokio para convertirse en el segundo hombre en ganar tres títulos mundiales consecutivos de lanzamiento de peso al aire libre tras el suizo Werner Günthor.
Una lesión en el nervio del codo derecho impidió a Crouser competir antes de acudir a los Mundiales, por lo que su estreno este año, ante un estadio abarrotado con 67.000 espectadores, era una incógnita.
La incertidumbre sobre su rendimiento y estado de forma las despejó rápidamente Crouser, que fue de menos a más en la final y, cuando tuvo que decidir su puesto en el podio, en el quinto lanzamiento, llegó hasta los 22,34 metros para situarse primero.
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El segundo puesto fue para el mexicano Uziel Muñoz, que, a sus 30 años, y tras ganar ocho veces el campeonato nacional, entró en el olimpo de los grandes lanzadores con 21,97 metros en su último intento. Esa marca le valió la plata y supuso un nuevo récord nacional, mejorando la anterior plusmarca, que también estaba en su posesión, de 21,88 metros.
Con la victoria de Crouser se mantiene la hegemonía de Estados Unidos en el lanzamiento de peso masculino ya que desde los Mundiales de 1991, también en Tokio, nunca ha habido un podio sin un deportista suyo.
Para estos Mundiales la selección del equipo estadounidense estuvo llena de polémicas, ya que el buen hacer en el último momento de Josh Awotunde, que registró 22,47 metros en los campeonatos nacionales en Eugene en agosto, y también de Adrian Piperi (22,29), dejaron fuera a Payton Otterdahl (22,35) y también a Joe Kovacs, campeón mundial en 2015 y 2019.
