Hazaña paraguaya en la Spartathlon

Karina Molinas no conoce de límites y se está convirtiendo en una experta en conquistar sueños y objetivos. En esta ocasión, cumplió su deseo de llevar la bandera paraguaya a los pies de Leónidas.

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Un par de años atrás, cuando las carreras de corta distancia y las maratones ya no la motivaban tanto, Karina Molinas empezaba a descubrir un apasionado interés por las competencias ultras.

¿De qué se trata? Pues, de pruebas que se corren en distancias mayores a los 42,195 kilómetros que comprenden una maratón. Así, fue poniendo a prueba su cuerpo, desafiándolo a distancias cada vez mayores, al mismo tiempo que -en cada una- imponía récords nacionales.

Al sentirse lista para el mayor de los desafíos, se propuso clasificar a la Spartathlon, conocida mundialmente como “la madre de las ultramaratones”. Se corre el último fin de semana de septiembre de cada año, entre la ciudad de Atenas y la de Esparta: 246 kilómetros que deben completarse en un tiempo máximo de 36 horas.

Entonces, Karina Molinas elevó la vara y empezó a competir en eventos que le permitieran alcanzar la marca clasificatoria. Fiel a su costumbre, lo consiguió en su primer intento y nada menos que alcanzando el primer lugar (24 horas de San Pedro en Argentina).

Desde entonces, se dedicó a competir ya solo pensando en mejorar sus tiempos, su resistencia física y su fortaleza mental, a la par que junto a su equipo (Diego Piris, pareja sentimental y de carrera, y Fabián Duarte, entrenador) golpeaba pruebas en busca de auspicio para viajar a Grecia.

Lo logró, haciendo realidad así su primer gran sueño: que la Spartathlon tuviera un atleta paraguayo entre sus 381 inscriptos, de alrededor de 50 países.

El segundo objetivo, y el que siempre cumple en todas las carreras, era llevar la bandera paraguaya a la meta. En este caso, hasta la estatua de Leónidas, cuyos pies se besan como símbolo de haber completado la odisea, de haberse convertido en “Finisher”.

La paraguaya lo hizo. Comenzando con mucha solvencia la primera etapa, sacando incluso una hora de ventaja al tiempo límite. Después, a medida que llegaba la noche y con el clima complicado, todo se puso más difícil. Tanto, que aquella ventaja inicial fue la que la ayudó a no quedar fuera de competencia, considerando que llegaba con el tiempo justo a algunos puestos de control.

Para hacer de esta una mayor hazaña, la lluvia pasó a ser tormenta, los vientos hicieron que todo se volviera más difícil. Incluso para la organización, que ya no pudo transmitir en vivo ni actualizar los tiempos de los competidores.

Ante esta situación, en Paraguay corrió el rumor que Molinas abandonó cuando quedaban menos de 50 kilómetros para llegar a la meta. La preocupación se apoderó de su entorno, compuesto por compañeros, amigos y familiares, que sin embargo nunca perdieron la esperanza, recordando que “Kari no se rinde fácilmente”.

“Y ella llegó porque su corazón es más fuerte que el temporal”, le escribía una amiga en redes sociales. Y cuánta razón tenía.

En 35 horas 44 minutos 59 segundos, recorriendo 246,5 kilómetros, Karina Molinas Ríos llegó a la meta (ella en la pista, Píris y Duarte asistiendo al lado), besó los pies de Leónidas y levantó su amada bandera paraguaya, que por primera vez en la historia de la Spartathlon flamea en Esparta.

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