Se fue una reliquia del fútbol paraguayo

Con la partida sin retorno de Victoriano Leguizamón, el fútbol paraguayo pierde a otra de sus reliquias vivientes. Leguizamón, que nació en Concepción en 1922, llenó varios años de historia de nuestro balompié con su prestancia, con su esbelta figura y su extraordinario rendimiento en la mitad de la cancha.

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Fue uno de los más altos exponentes de un puesto vital en el fútbol de todos los tiempos, y se constituyó en un infaltable de las selecciones del ‘50 y ‘56, cuando emigró para regresar hacia 1972, a Concepción, donde concluyó su carrera. Jugó 19 partidos con la albirroja, todos de titular.

Leguizamón, “El Viejo” como le llamaban sus compañeros de Lima, debutó en su natal a los 16 años y muy pronto, cumplidos los 18, “bajó” a la capital para enrolarse a River Plate. Sin embargo, regresó a su valle y durante unos años jugó en clubes de Concepción y del chaqueño Puerto Pinasco. En 1945 volvió a la capital para jugar por Libertad, constituyéndose en uno de los puntales del equipo campeón. Al año siguiente fue transferido al Quilmes, donde jugó un tiempo.

Se integró a Olimpia, donde permaneció hasta 1956, fecha en que regresó a Concepción donde puso punto final a su carrera. En el año 1962 acompañó a la Selección Concepcionera en calidad de DT.

Leguizamón es recordado, sobre todo, porque junto con Manuel Gavilán e Ireneo Hermosilla, formaron una línea media como pocas, en la historia de nuestro fútbol, y sobre ellos -jugaron todos los partidos del campeonato de 1953- se basamentó el gran rendimiento de la Selección que ganó invicta el título de campeón Sudamericano, en Lima.

Recientemente se reunieron unos pocos de sus compañeros y tuvieron gratos recuerdos para ese gran señor del fútbol. Aquejado de una sordera, vivió recluido en su vivienda de Concepción. Desde hace un par de años casi ya no salía de su casa, hasta que hace una semana sufrió un derrame cerebral que derivó en su deceso, el día de ayer.

Quienes lo conocieron recordarán su prestancia y gallardía, en la cancha. Fue un gran jugador, pero sobre todo, un gran ser humano, digno de respeto y admiración.
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