La conquista de un "grande" en su quinta participación (tres en Roland Garros y dos en Australia). Desde el 2000, solo la canadiense Bianca Andreescu, en 2019, había osado a llegar a una decisión en tan pocas participaciones.
Y el idilio puede continuar si el domingo gana la final de dobles femeninos con su pareja Katerina Siniakova ante el tándem de la estadounidense Bethanie Mattek-Sands y la polaca Iga Swiatek. Si vence, será la primera mujer en ganar individual y dobles desde la francesa Mary Pierce en el 2000.
A sus 25 años, la propia Krejcikova pareció boquiabierta por su éxito. "No me puedo creer que haya ganado un Grand Slam, he pasado momentos duros para llegar hasta aquí", dijo la tenista de Brno.
Una consagración para la que se juntaron varios factores, el que más pesó la inusual escabechina entre las principales favoritas.
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Quedaron en la cuneta la australiana Ashleigh Barty, número uno del mundo; la japonesa Naomi Osaka, número dos del ránking; la bielorrusa Aryna Sabalenka, tercera; la campeona en título, la polaca Iga Swiatek; y la incombustible estadounidense Serena Williams de 39 años.
La parte del cuadro de Krejcikova tampoco fue para echarse a temblar. Eliminó a una 'top ten', la ucraniana Elina Svitolina, y sudó para apear a la griega María Sakkari, en uno de los partidos más emocionantes de este Roland Garros.
Y en la final, en la que comenzó como un rodillo, resultó beneficiada por las molestias musculares de su oponente, quien pidió asistencia médica al final del segundo parcial.
Pero el inesperado éxito de Krejcikova no viene de la nada. Este año levantó su primer torneo WTA en Estrasburgo y llegó a la final de Dubai. En este Roland Garros estuvo en el lugar y el momento adecuados.
La tenista, de 1,78 metros, quiso agradecer el peso que tuvo en su carrera Jana Novotna, ganadora de Wimbledon y fallecida en 2017. Krejcikova comenzó a los seis años en la academia de la campeona checa.
Poco se sabe de su personalidad, pero en las ruedas de prensa del torneo ha dado algunas pinceladas.
"No tengo palabras por cómo estoy jugando todos estos partidos. Estoy tranquila (...) Tengo suerte, lo he heredado de mi padre. Está en mis genes. Gracias a Dios él es un tipo tranquilo", explicó la tenista.
Una mentalidad "zen" que, por ejemplo, le ayudó en las semifinales ante Sakkari, ante la que salvó una bola de partido. Y que la sirvió para que no perdiese la cabeza en la final tras desperdiciar tres bolas de partido.
Krejcikova se inscribe en la gran tradición checa en el tenis femenino.
Antes que ella, estuvieron Martina Navratilova (compitió por Estados Unidos), Renata Tomanova, Hana Mandlikova (la última checa en ganar Roland Garros, en 1981, hasta hoy), Jana Novotna y Lucie Safarova, entre otras.
La Copa Suzanne Lenglen se la entregó la leyenda Navratilova. Emocionada, Krejcikova también habló de la belga Justine Henin, ídolo de la nueva reina de Roland Garros.
"La conocí ayer y estaba muy sorprendido de encontrarla, de que supiese mi nombre", dijo.
