Este lunes, 25 de abril, Alcaraz ha alcanzado por primera vez el 'top-ten' del ránking ATP (ya es la novena raqueta mundial), el mismo día, aunque 17 años después, de que lo lograra Nadal.
Ambos con 18 años de edad y ambos tras ganar su primer Godó. En el caso del rey de la tierra, tras derrotar en la final a Juan Carlos Ferrero, precisamente el que ahora ejerce de entrenador de Alcaraz. Y en el caso del murciano, en la pista Rafa Nadal, que es así como el torneo rebautizó hace uno años su central, con el propósito de honrar para siempre al tenista que ha ganado doce veces en ese mismo escenario.
Seguramente sean solo curiosas coincidencias, o tal vez no, porque Carlos Alcaraz parece destinado a ocupar el trono de Nadal, no solo en Barcelona, sino en el circuito profesional.
El discípulo de Ferrero ha conquistado el cuarto título de su carrera -tras el de Umag en 2021 y los de Río de Janeiro y Miami en 2022- en la capital catalana, donde se ha sobrepuesto a una semana de lluvia, partidos cancelados y doble sesiones en pista para alzarse con el título.
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Alcaraz, que llegaba al RCT Barcelona-1899 como undécimo tenista del ránking mundial y quinto cabeza de serie, arrancó el miércoles el asalto al trono de Nadal con una trabajada victoria ente el coreano Soonwoo Kwon (6-1, 2-6 y 6-2).
El murciano dobló en la jornada del viernes después de que la lluvia impidiera disputar el jueves los octavos de final. Lo hizo deshaciéndose con autoridad de su compatriota Jaume Munar por un doble 6-3 y desquiciando, sin apenas descanso, al griego Stefanos Tsitsipas, por 6-3, 5-7 y 6-1.
A Tsitsipas, primer favorito del Godó y quinta raqueta mundial, ya lo había ganado en deciseisavos de final del Abierto de Estados Unidos en 2021 y en los octavos de Miami 2022. En Barcelona, el heleno, dos veces semifinalista del torneo, jugaba en su superficie favorita, pero tampoco pudo con él.
Y es que Alcaraz no es un tenista español al uso. Le gusta vivir al filo de la navaja y acortar los puntos con dejadas imposibles y golpes ganadores. Un estilo alejado de los especialistas sobre arcilla como el propio Nadal.
El domingo, de nuevo la lluvia le obligó a hacer un esfuerzo doble. Y de nuevo tiró de épica para solventar un partido de más de tres horas ante el australiano Alex de Miñaur.
El décimo cabeza de serie del torneo y 25 jugador de la clasificación ATP incluso dispuso de dos bolas de partido en el segundo set, pero Carlos Alcaraz salvó las dos y acabó cerrando su pase a la final por 6-7 (4), 7-6 (4) y 6-4.
En cambio, su amigo Pablo Carreño había logrado el pase a la última ronda tras estar dos horas menos en pista en la semifinal que había librado con el argentino Diego Schwartzman esa misma mañana. Mientras él descansaba, Alcaraz seguía librando una dura batalla con De Miñaur, lo que le daba más opciones para alzarse con el título por primer vez en Barcelona.
Ambos tenistas se conocen bien, porque tienen el mismo representante (Albert Molina) y han compartido infinidad de entrenamientos -sobre todo durante la pandemia- en la academia que Ferrero tiene en Villena. Por eso, nadie mejor que Carreño sabe que, cuando el murciano entra en trance, hay muy pocos en el circuito que le peguen a la bola tan duro como hace él.
Alcaraz, por su parte, sabía que debía acortar los puntos, porque si Carreño alargaba el partido y lo lleva a un nivel de exigencia física de varias horas, podía acabar acusando del esfuerzo de su interminable semifinal.
Dicho y hecho. El murciano, un vendaval en la pista, fulminaba al gijonés en una hora y cinco minutos de juego (6-3 y 6-2) para reinar en Barcelona con una insultante e incontestable autoridad para un niño que acaba de alcanzar la mayoría de edad.
Como decía Carreño, Carlos Alcaraz "lo tiene todo tenísticamente, físicamente y mentalmente para marcar una época", porque "cuando hace es 'click' y se pone a jugar a ese nivel, es muy difícil seguirle".
¿El rey ha muerto? Viva el rey.
