La nueva película del director francés tiene mucha acción, pero es completamente incoherente en lo que se refiere al contexto de la época. En 1990 no existían pendrives, internet no estaban masificada, las computadoras operaban con el sistema DOS, los celulares eran muy escasos y eran grandes y pesados. Entonces, ¿por qué alguien que hizo películas como “El quinto elemento”, “El perfecto asesino” o “Nikita”, qué maneja altos niveles de producción, recurre a artilugios que aun no existían? ¿Nos toma por tontos?
“Anna” es la historia de una joven hermosa, inteligente y ágil que se convierte en agente de la KGB, en contra de su voluntad. En su primera misión es enviada a París como modelo. Ella es una verdadera máquina de matar que es capaz de eliminar un ejército de guardaespaldas en minutos para cumplir su misión. Pero su mayor interés es recuperar su libertad.
La historia tiene buenos elementos. Las escenas de acción son muy entretenidas, pero Besson no se decide que es lo que realmente quiere hacer. Ha logrado un pastiche que mezcla aquella película de 1990, precisamente, “Nikita”, con una historia de cómics como “Atómica” y algo más serio como “El topo”, en lo que se refiere a películas de espionaje. Pero el filme no tiene la irreverencia necesaria para disponer de los elementos con tal desparpajo. Ha desaprovechado todo lo que son las quemas de archivo del final de la Guerra Fría, por ejemplo.
Lo que sí Besson ha buscado es hacer una película para el lucimiento de la modelo rusa Sasha Luss, muy hermosa por cierto.
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Ha trazado una especie de cuentos de hadas de espionaje a su medida, con un reparto estelar que incluye a Hellen Mirren, Cillian Murphy y Luke Evans de manera que se crea que la cosa va en serio. Pero no. El “recurso’i” tiene nombre y ese es el de Luc Besson.
