Con elegancia y simpatía, Rito Pedersen abrió esta doceava edición junto a la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Juan Carlos dos Santos. Con “Cascada” y “Mburicaó” los músicos emanaron la sutileza y gracia de estas composiciones.
La música y compositora Norma Ortega llegó después con una propuesta etérea y sublime, acompañada por Paula Rodríguez (bajo) y Javier Palma (percusión). Presentó sus temas como “Revoloteando” y “Ko’etî”, y con su delicado toque cargó de belleza a esta música paraguaya estilizada. La presencia de la danza contemporánea vino con Nastia Goiburú y Hugo Rojas, quienes acompañaron, como flotando, la música de Ortega.
Con un espíritu cercano al desenfado del rock pero interpretando el arpa clásica al estilo jazz, subió a escena luego el suizoestadounidense Park Stickney, un artista con mucha simpatía y buena onda. Él entregó temas como “Take five”, de Paul Desmond y que interpretara el cuarteto de Dave Brubeck; y obras propias como “Surprise corner” y “Still life”. Terminó su homenaje a Paraguay con una versión muy personal, libre y completamente jazzista de “Recuerdo de Ypacaraí”, pues esta fue su primer visita al país y su debut en este festival.
La pura tradición paraguaya se hizo presente a continuación con el arpista Óscar Ramos (quien integrara el grupo Los Paraguayos). Acompañado por Erik Díaz en guitarra entregó obras como “Tornado” y “Tokénte mitãmi”, imprimiendo a su ejecución mucho ímpetu.
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Posteriormente la algarabía venezolana inundó el Municipal con Eduardo Betancourt (arpa llanera) y Henry Linarez (cuatro venezolano), un dúo explosivo que arrasó con una encendida performance. Entre composiciones originales como “Efecto mariposa” y “Talla doble E”, hicieron llegar al público joropos, rumbas y merengues, pero con un toque bien moderno. Transmitieron una esencia jovial y sacaron chispas de sus instrumentos.
Los venezolanos dejaron el listón alto y al público en un estado de evidente emoción y alegría. El cierre llegó entonces con el arpista paraguayo Martín Portillo y el requintista Juan “Panchi” Duarte, quienes no defraudaron y subieron el nivel, desatando la euforia de la gente con “Isla sakã”, “Carreta-guy”, entre otros. Portillo sabe manejar los climas y así descosió, pero siendo medido. No necesita saltar, doblarse o ser efectista, pues su solo toque aporta frescura y espontaneidad.
Así, la gente disfrutó celebrando el folclore, tanto paraguayo y de otros países, como también lo nuevo. Al final, es el arpa el punto en el que se cruzan la tradición y la modernidad, y el gran motivo de celebración de este festival.
