La historia del flautista español Pablo Selnik con Paraguay empieza a fines de 2013, cuando llegó buscando otros aires. A partir de 2014 comenzó a dar conciertos en Mburucujazz y en Drácena, compartiendo con más artistas de nuestra escena jazzística. Trabajó también como docente de la Licenciatura en Música de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte de la Universidad Nacional.
Luego regresó brevemente en 2017 para presentarse en los escenarios del Festival por el Día Internacional del Jazz, en Asunción, y el Festival Internacional Jazz al Este, en Ciudad del Este.
Si bien es un periodo de varios años, sus estancias fueron cortas, según él mismo señala: “menos de dos años” entre ir y volver. Pero en ese corto tiempo, nuestro país significó para él un periodo de su vida “extraordinariamente intenso, a la par que fecundo en cuanto a actividad artística”, tanto así que del desarrollo de su relación con músicos compatriotas nació el disco “Decadence as a virtue”, publicado este 2020.
Selnik, quien nos contestó desde su hogar en Barcelona, manifestó también que su experiencia en Paraguay fue “una suerte de resurgimiento, ya que en mi última etapa en Barcelona había dejado la música, debido a múltiples acontecimientos que me quemaron e hicieron que perdiera la ilusión y motivación por tocar”, aceptó.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Asimismo, reconoció “el trato humano y el cariño” que recibió por parte de los músicos de nuestro país, que “hicieron que recuperara esas ganas de hacer música de nuevo, y eso es algo que nunca podré agradecer lo suficiente”, subrayó.
La huella de nuestro país
Las idas y vueltas entre España y Paraguay fueron parte de un proceso creativo, pues cada vez que volvía traía temas para trabajar con el cuarteto que conformó junto con el bajista Chino Corvalán, el baterista Seba Ramírez y el saxofonista Bruno Muñoz.
“En el interín tuvimos la suerte de poder tocar mucho en vivo e ir testeando los temas y los arreglos, y que fueran madurando en el directo, lo cual siempre es importante, porque entonces entras al estudio con el material mucho más sólido y afianzado. Yo veo un disco como una fotografía de un momento, o de una época o un proceso vital. Por eso es tan significativo para mí este trabajo, porque es como la cristalización de toda una serie de eventos y vivencias, tanto de índole personal como compartidas con gente a la que quiero y valoro”, remarcó el flautista.

Música sin etiquetas
Para Selnik no hay etiquetas, ya que él afirma no creer “ni en los estilos ni en los instrumentos, nomás en el carácter y la personalidad del músico creativo que haya detrás”.
Así también siempre intenta que las temáticas de sus letras, tanto en sus proyectos cantados como en los títulos de sus instrumentales “jueguen con una cierta ambigüedad” y “que puedan ser interpretados desde distintos prismas o capas de análisis”. En dicho sentido, el músico indicó que le interesa mucho más eso “que hacer proselitismo de mis ideas, si las tuviere”.
Selnik expuso que en la presentación física de este álbum, específicamente en el “booklet” que acompaña, “cada página es una fotografía” con solo una frase, “todas ellas jugando con este mismo efecto”. En tanto profundizó que “Decadence as a virtue” se puede ver retóricamente como un oxímoron, se puede interpretar a la Herman Hesse (como que uno no alcanza la virtud hasta que llegó al fondo de su decadencia), se puede observar como una oda a la transgresión, o estéticamente como una estructura de cuatro palabras que tienen un cierto equilibrio dentro de su asimetría. Aunque en realidad no sea ninguna de estas cosas que dije, todas ellas son válidas, así como cualquier otra que se le pueda ocurrir al oyente”, advirtió.
El cuarteto
“No podía ser de otro modo”, aseguró Selnik al ser consultado por las razones por las cuales decidió trabajar con músicos paraguayos para este proyecto. “Aparte de musicazos, los considero mis hermanos paraguayos”, reconoció. Con Muñoz su encuentro fue en la época en que Selnik dio clases en la FADA/UNA. “Con el tiempo nos hicimos amigos, y para mí prima mucho más el componente personal que el musical en la elección de la gente que integra mis proyectos, y en el caso de Bruno aúna ambas cosas”, insistió.
A Seba Ramírez también lo encontró en dicha institución, específicamente en su ensamble. “Sin duda ha sido uno de los mejores alumnos que tuve en mi vida, el talento natural que tiene es extraordinario, y su capacidad de trabajo, desarrollo técnico y disciplina aún más. Tuve la suerte de tenerlos en mi ensamble a él y a otros alumnos que desde hace tiempo forman parte de los músicos más importantes de la escena, como David “Pepino” Rodríguez, Ariel Burgos o Fer Garbarino”, abundó.
Mientras que con Chino Corvalán se conocieron en las sesiones de Jazz a la Calle, que justo comenzaron cuando Selnik vivía aquí, según recuerda. “Desde el primer día tuvimos una conexión tremenda, tiene un gusto y una musicalidad espectaculares, y bajísticamente es un monstruo, aparte que toca el fretless, que es la sonoridad que a mí me gusta para mi cuarteto”, puntualizó. De todos ellos, destacó que “aparte de sus cualidades instrumentales, tienen una intensidad, un fuego y una mordida al tocar que yo personalmente valoro más que toda la técnica junta del mundo”.
Pero además de los tres, resaltó a “otros increíbles músicos” que formaron parte de sus proyectos en su estadía aquí, como Pepino, Ariel Burgos, José Villamayor, Nico Cañete, Gonzalo Resquín y Aharón Emery. Así como no me olvido de l@s amig@s de la Casa Karakú, actorazos y animales escénicos con los que he podido colaborar en diversas ocasiones. Eternamente agradecido a cada uno de ellos”, recordó.
Pero para Selnik la lista de personas a las que extiende su gratitud es aún más larga. Entre ellos está también Sergio Cuquejo, para quien grabó flautas para su disco “La música más linda del mundo”. “Fue él que capturó nuestro sonido e hizo que todo fuera súper fácil y fluido, es un súper profesional”, enfatizó.
También destacó a Dave Bianchi, quien hizo la mezcla, “un tipo que se formó entre Los Ángeles y New York pero vive en Barcelona hace años, me ha mezclado varios trabajos y es un mega capo. También a Marc Parrot, con quien siempre que puedo acudo para que me haga sus masterings en cinta, para darle ese calorcito analógico al barniz final. Tiene un estudio impresionante y es un crack”, puntualizó.
Dio gracias además a Rachel Demetz, “la artista que hizo la sesión de fotos y el diseño del cover y el booklet”. Él trabajó con ella “en diversas ocasiones" tanto en diseño como en vídeo. "Es una chica muy jovencita pero increíblemente talentosa y con un concepto estético que encaja muy, muy bien con el mío, es re fácil entendernos. Para acabar, agradecer a Jordi Pujol de Fresh Sound, por el interés en el disco que nadie más demostró”.
Sonoridad y libertad
“Generalmente ya llevo los temas muy claros en mi cabeza en cuanto a sonoridad en directo y hasta cómo quiero producirlos en el estudio. No soy demasiado democrático en ese aspecto”, aseveró el artista sobre su proceso compositivo. Pero no obstante, reconoció que siempre da libertad a los músicos para que puedan interpretar las obras a su modo, algo que “es de sentido común teniendo en cuenta que ellos son especialistas en sus instrumentos y poseen muchísima información sobre los recursos técnicos en su materia que yo desconozco”.
En cuanto al “balance composición-solos” profundizó que “hay de todo”. “No podría decirte un porcentaje concreto porque varía en función del tema, pero intenté que aunque se pueda encuadrar en un concepto “jazz” en el sentido que hay una exposición melódica, improvisaciones en el medio (no siempre) y una reexposición para acabar, haya siempre ítems sorpresivos, tanto en sonoridad como en estructura como en lenguaje, que desencuadren el cliché”.
Tras este camino recorrido, Pablo reconoció no ser una persona que haga “demasiada retrospectiva”, pues incluso ya está pensando en el siguiente disco que grabará, el cual ya está “casi todo escrito”. Sin embargo, afirmó que no ve el momento de regresar a Paraguay para presentar “Decadence as a virtue” y empezar los temas nuevos”. “Aparte estoy armando un cuarteto en Barcelona para poder hacer alguna presentación del disco por acá, además de todos mis otros proyectos en los que estoy involucrado. Ojalá se den las cosas, en un momento tan complicado en general, como para el arte en particular. Para el arte siempre es un momento jodido, pero ahora más si cabe”, comentó además en alusión a los tiempos que viven los artistas como efecto del coronavirus.
Finalmente, más allá de los lazos musicales tendidos con nuestro país, expresó que “aparte del hecho que obtuve un reconocimiento, un cariño y un interés por mi música y por mi proceso creativo que ya me gustaría que fuera así en otros países, (pero bueno, asumo que es inherente a la psicología humana el que no valoramos las cosas hasta que las dejamos de tener), yo siempre digo que viajar a lugares en los cuales los códigos son distintos (no me refiero a hacer un crucero o a viajar al país de al lado) sino a convivir con culturas tan diferentes, hace que ciertas estructuras psicológicas se resquebrajen y tengas que renovar muchos paradigmas de pensamiento y hasta de identidad”. En ese sentido, dijo que “el proceso madurativo y vital que viví en ese tiempo allá fue como diez años acá, así que en parte le debo al Paraguay el ser como soy actualmente”, concluyó.
