Las vicisitudes de una paraguaya

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MADRID (Mayra Rivarola, especial). Con 21 años y con nada más que una mochila cargada de valentía y esperanza, Techi León se subía a un frágil barco en el puerto de Buenos Aires. En 21 días llegaría a las costas españolas de Vigo, y desde ahí emprendería un viaje lleno de turbulencias tras el cual jamás se imaginaría que tendría como destino desvelar y divulgar sus raíces paraguayas.

Desde su academia de danza árabe ubicada en el barrio de Chueca en Madrid, uno tampoco podría imaginarse que esta sofisticada mujer con una profunda mirada habría nacido y crecido rodeada de los densos bosques que en ese entonces todavía abundaban en Tavapy, un pequeño poblado en el departamento de Paraguarí.

Pero como una caja de sorpresas, al verla guiar a sus alumnas al mundo del baile del vientre, uno tampoco hubiera adivinado que hace cuatro décadas se había embarcado en ese barco para cruzar el océano y convertirse en monja. “En realidad lo que tenía era una inquietud social, cultural y religiosa. En esa corta edad entendía la religión como un servicio a la humanidad, pero llegué a España y eso me desilusionó”, comentó León.

Desde entonces, los planes cambiaron drásticamente. Como muchos otros paraguayos inmigrantes, Techi León transitó sus largos años en España acompañada solamente por el instinto, la disciplina y el sacrificio. Se convirtió en pedagoga, psicoorientóloga, poetisa, escritora, y directora de la Academia de Danza Oriental El Karnak.

Con esta larga lista de títulos, es difícil describirla. Pero debajo del maquillaje y sus elegantes vestimentas se descubren sus orígenes a través de entretenidos relatos publicados en su más reciente libro autobiográfico, “La sangre no es agua”, lanzado recientemente en Madrid.

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Más allá de las divertidas y dramáticas historias de su infancia, el libro inmortaliza ancestrales costumbres campesinas que poco a poco van desapareciendo de nuestro país. Es así cómo estas páginas concentran un incalculable valor histórico y cultural, y merecen ser leídas con tiempo y tranquilidad.

Llegar hasta ahí no fue fácil. En realidad su viaje empezó a los 6 años, cuando su abuela que estaba a cargo de su crianza decidió mudarse a Asunción en búsqueda de un mejor porvenir. León pasó a vivir desde la abundancia y generosidad de la naturaleza a una precaria casa alquilada en el centro de la capital paraguaya, donde a veces hasta escaseaba la comida.

Pese a las dificultades, consiguió terminar sus estudios, hasta recibirse de profesora de educación primaria. Luego de su desembarque en Vigo, residió un tiempo en Sevilla, y finalmente en Madrid. En sus inicios se dedicaba a estudiar, mientras limpiaba casas y daba clases para su sustento y el de su familia en Paraguay. “Las crisis económicas fueron constantes y mi familia tenía muchas necesidades, entonces al principio trabajaba a escondidas de las monjas para poder mandarles dinero”, explicó.