Moldeando toda una vida

Una profunda congoja se expresaba ayer a través de las redes por la muerte de la artesana Rosa Brítez, quien supo hacer popular su arte.

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Sus obras eran muy respetadas tanto por los críticos como también por los ciudadanos comunes que atesoraron sus figuras de cerámica.

Rosa Brítez falleció ayer en el Hospital Nacional de Itauguá, donde estuvo internada casi cincuenta días debido a una afección pulmonar crónica.

La ceramista nació el 9 de abril de 1941. Aprendió el oficio a los nueve años de parte de una tía. Su madre falleció cuando tenía seis años y ella fue adoptada por su tía Simeona Cáceres de Farías. Hizo sus estudios primarios hasta el tercer grado y abrazó la artesanía con pasión, primero haciendo objetos utilitarios para el campo y luego creando figuras particulares y muy características. Sus platos con las figuras del Sol y la Luna, sus personajes de pueblo, sus animales y sus parejas de enamorados, que hasta hoy siguen siendo muy osadas pues representan actos sexuales.

“En esas estatuillas de cerámica, que al principio suscitaran tal rechazo, y que integran un minucioso y acabado itinerario erótico rebosante de fuerza y placer de vivir, las formas de la pasión cobran volumen con tanta decisión y tan rotunda síntesis formal que cada una de estas obras parece hecha en un solo movimiento gozoso e involuntario, como esas grandes cosas que se hacen sin pensar y sin querer, por ese mismo impulso misterioso que mueve a realizar algún gesto de pasión, de alegría o de amor”, dijo Julián Sorel en un artículo publicado en el Suplemento Cultural de este diario.

Vivió siempre en Itá, donde desarrolló toda su obra y enseñó la técnica de la alfarería a muchos jóvenes. Casada con Emiliano Quintana, tuvo 13 hijos, diez varones y tres mujeres. Estos le han dado 26 nietos, además de varios bisnietos.

A lo largo de su carrera, Rosa Brítez fue distinguida en varias oportunidades. En 1981, el Museo del Barro realizó una muestra con sus obras cuando apenas era conocida. En 1989, el comité Paraguay-Kansas la llevó de gira por universidades de Estados Unidos, donde fue nombrada como “la ceramista de América”. En 1992 expuso en la Expo Sevilla. En 1997 recibió la Orden Nacional del Mérito y en 2014 la medalla Comuneros, otorgada por la Cámara de Diputados. Sin embargo, sus familiares solicitaron varias veces ayuda para tratar de sobrellevar la difícil situación que estaban atravesando durante la internación de doña Rosa.

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