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Rodríguez ingresó y fue recibido con fuertes aplausos y vítores. Comenzó con “Felicidade”, de Tom Jobim, y demostró que es dueño de una técnica impecable.
Siguió con “Valse en Skai”, de Roland Dyens, una obra que exige rapidez en los dedos de ambas manos, y lo cumplió con virtuosismo. Es además un gran intérprete, porque más allá de la técnica es esencial el sentimiento, y Rodríguez lo imprime en cada nota.
Terminó con “Fuoco”, de la “Libra Sonatine”, de Dyens. Fue un deleite para los oídos escucharlo, con su toque sutil, que pareciera no exigirle ningún esfuerzo, fue ovacionado. Rodríguez es, sin duda, una gran promesa que se abre camino en la guitarra clásica paraguaya.
El cierre estuvo a cargo de Juárez Balderas, quien expresó ser un admirador de la cultura paraguaya y su felicidad de tocar por primera vez aquí.
El mexicano inició con “Siete piezas fáciles”, de Eduardo Martin, sobresaliendo por una muy pulcra ejecución, con melodías que evocaban nostalgia. Continuó con la balada contemporánea “Junto al río”, de Mathías Atchugarry.
Con mucha tranquilidad y seguridad en su toque, interpretó luego tres preludios de Manuel M. Ponce. Su rostro en todo momento fue de mucha expresividad irradiando carácter.
Se despidió con el Vals Op. 8 N° 4, de Agustín Barrios, y Acere N° 1 Op. 27, de Ernesto García de León. Ante los largos aplausos del público regresó para entregar, fuera de programa, “Chicago”, de Simone Iannarelli.
Cabe resaltar la buena acústica del lugar, que hizo que no fuera necesario amplificar las guitarras.
victoria.martinez@abc.com.py