La ciencia no puede escaparse aún del fundamentalismo religioso global

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Es verdad que ya no hay una Inquisición que persiga a los científicos, pero luego de los atentados islámicos a Charlie Hebdo en París, la mirada se centra también no solo en la libertad de expresión, sino en la ciencia. Los fundamentalistas imponen el creacionismo en las escuelas, se oponen a la clonación y asesinan a vacunadores.

El caso de Galileo Galilei marca un antes y un después en la histórica lucha sangrienta entre ciencia y religión. El padre de la ciencia moderna es el ícono indiscutible de la oposición al oscurantismo. Y, aunque no haya muerto en la hoguera a causa del fundamentalismo religioso, Galileo es un mártir de las ideas libres en la investigación científica.

Y, aunque hoy ya no exista la Inquisición, todavía se sigue persiguiendo a los que hacen ciencia. Para Glenys Álvarez, psicóloga y divulgadora científica, editora de la revista Órbitas Científicas, todavía hay conflictos entre ciencia y religión, aunque estos se dan por grados.

“Mientras más influencia tenga una religión sobre el gobierno de un país, más serán los encontronazos. Todavía lo seguimos viendo, para poner un ejemplo que nos llega a casi todos, en la educación pública de nuestros países en Latinoamérica los niños llevan deficiencias en ciencia porque no enseñan evolución, pero continúan enseñando dogmas creacionistas”, indicó.

Para la periodista científica, el fundamentalismo religioso sigue evitando el avance de la ciencia y la tecnología, también en grados.

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“Hay países que han alcanzado mayores grados de independencia de las religiones que otros. Cuando dogmas rigen gobiernos, entonces veremos prohibiciones en la investigación científica. En el occidente hoy la religión aún pone frenos en investigaciones con células madre embrionarias debido al concepto de vida que tiene la misma religión”, expresó.

Álvarez sostuvo que esto limita el conocimiento por un lado, sin embargo, esos mismos límites brindan independencias por otros debido a la forma en que las libertades y las normas están estructuradas en países europeos y en Estados Unidos, donde hay mucha investigación científica sobre estos temas.

“Aquí (en EE.UU.), compañías privadas han avanzado mucho en áreas donde las instituciones públicas no pueden entrar por las mismas reglas de las religiones. Lo cual es ridículo pues el mundo de todos no debe ser regido por un grupo específico de creencias”, afirmó.

El fundamentalismo cristiano impone la educación creacionista en escuelas de EE.UU. y trata de limitar las investigaciones sobre clonación humana. “Lo único que ha salvado la educación son los derechos que ese país tiene para los ciudadanos en su constitución. Esos derechos han permitido que muchos estados rechacen el creacionismo y el diseño inteligente en su educación pública a través de juicios en diferentes cortes de justicia”, agregó.

Por su parte, en Pakistán, uno de los países donde la poliomielitis es endémica aún, los talibanes no solo se oponen a la vacunación de niños, sino también asesinan a los vacunadores.

“Lamentablemente, la mayoría de las pseudociencias se originan debido a la credulidad que promueven las religiones, ese mismo tipo de ‘creer sin cuestionar’ hace que muchas personas tomen esa combinación letal y fraudulenta como algo real. Por eso es tan importante el escepticismo, no solo en la divulgación científica sino como dentro de tu estilo de vida, es bueno cuestionarse, pensar primero, indagar antes de dar tu dinero para nada”, acotó Glenys.

A LA HOGUERA

Descartes, Kepler, Copérnico, Pascal y Didetot figuran entre los perseguidos por la Iglesia Católica, incluyendo en el Índice de Libros Prohibidos, que duró hasta el siglo XX. Sin embargo, el caso más emblemático en la persecución de la Iglesia Católica a la ciencia sucedió en Italia, con Giordano Bruno, astrónomo, filósofo y poeta, quemado vivo en la hoguera, en febrero del año 1600. Bruno defendió la teoría de un universo infinito con multiplicidad de mundos y rechazó categóricamente el universo estático, geocéntrico, heliocéntrico y antropocéntrico. El astrónomo creía que el universo estaba poblado por infinitos “mundos” semejantes al nuestro y que el Sol era uno más de los miles que hay.